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Cine Europeo

100 metros: Condescendencia y superación

En un año no podrás andar ni 100 metros”. Ramón, el protagonista de esta historia, escucha estas palabras de un compañero de tratamiento antes incluso de haber sido capaz de asimilar su recién diagnosticada esclerosis múltiple. 100 metros es la historia de este hombre, interpretado por Dani Rovira, empeñado en no dejarse abatir por un futuro incierto (se conoce como la enfermedad de las mil caras por afectar de manera distinta a cada sujeto), y lo hace rebatiendo la veracidad de esas palabras premonitorias a las que convierte en catalizador de su esperanza y sentido vital.

Marcel Barrena dirige este largometraje que comparte con Mundo Pequeño (Món Pétit, 2012), trabajo anterior y nominado al Goya en 2012, un mismo hilo argumental: la superación personal como desafío de las limitaciones físicas y sociales que devienen de una enfermedad. Barrena se vale del medio cinematográfico para visibilizar realidades con las que resulta incómodo convivir. Así presentaba el director su último largometraje, como documento testimonial de una enfermedad que afecta a más de cincuenta mil personas en España y de la que se desconocen sus efectos. Si en 2012 optaba por el documental que permitía al mismo Albert Casals, joven en silla de ruedas que viaja alrededor del mundo sin dinero, contar su historia; ahora construye una ficción que protagonizan actores de la talla de Karra Elejalde, Alexandra Jiménez y un Dani Rovira que, alejado de su faceta cómica, demuestra su valía como actor dramático.

El resultado es un biopic convencional que se vale de todos los elementos del melodrama, más preocupado por emocionar que por sensibilizar a su público. En Mundo Pequeño la conjunción de imágenes de vídeos caseros de la infancia de su protagonista, con las imágenes grabadas en su aventura por el mundo, confería al conjunto un realismo y una vitalidad inexistente en 100 metros. Los personajes de ambas historias (reales las dos) viven sus vidas demostrando a cada paso que son ellos mismos los que deciden si pueden o no hacer algo. El problema en 100 metros surge en el proceso de reconstrucción del relato al forzar la carga emotiva aislando la enfermedad de su contexto (a medida que avanza la película cuesta recordar que este hombre sea esposo y padre al desaparecer su mujer y sus hijos durante larga parte de la narración).

Barrena acierta al pensar que el cine es un medio adecuado para visibilizar historias y servir de catarsis emocional. Lo que no parece tener tan claro es que las buenas intenciones no son garantía ni salvoconducto para conseguir una buena película.

Lo mejor: las interpretaciones de Karra Elejalde, Alexandra Jiménez y sí, Dani Rovira.

Lo peor: creer que el buenismo de la propuesta es un valor cinematográfico.

Por Cristina Aparicio
@Crisstiapa
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