Como un martillo que golpea y golpea, el director Aritz Moreno atizó al clavo con tres cortometrajes que supusieron una declaración de intenciones, sobre todo aquel Cólera (2013), trabajo recibido con una nominación en el Festival de Sitges. Ahora, 15 años después de su primera incursión audiovisual, debuta en el largo con una propuesta potente y de lo más arriesgada que conjuga los límites del humor con la frontera entre realidad y ficción: Ventajas de viajar en tren (2019), su último martillazo.
Basada en la novela de Antonio Orejudo, la película de Aritz Moreno es un relato narrado a través de las voces de sus propios personajes, componiendo así una estructura de apariencia piramidal que muta hacia el montaje laberíntico. Nada es lo que parece en este tríptico que serpentea entre los barros de los tabúes y las lacras sociales: el abuso infantil, la violencia de género o el rechazo por las taras físicas, son algunos de los temas que protagonizan una película incómoda, ácida y arriesgada.
Ventajas de viajar en tren es un trabajo que molestará a muchos por su descaro, incluso por su narrativa. Como conjunto, la película de Moreno es una bofetada al cine más convencional y tradicionalista. En sus formas hay referencias a Javier Fesser (El milagro de P. Tinto, El secdleto de la tlompeta) o a Jean-Pierre Jeunet (Amelie, Largo domingo de noviazgo), concretamente a la fotografía de Bruno Delbonnel. Encuadres, lentes y colores acompañan una historia de jerarquías imposibles y giros dramáticos que juega a hacer crítica desde la irreverencia argumental y el dibujo de unos personajes creados a partir de reflejos de una realidad deformada para la ocasión.
A pesar de las licencias narrativas y de los golpes de efecto, Ventajas de viajar en tren es, como se suele decir, un soplo de aire fresco dentro de la cinematografía patria. Moreno se esfuerza en transgredir -no hay que olvidar que es una ópera prima- para hacer llegar al público su crítica de lo políticamente correcto y de la rigidez de una sociedad desgastada por la doble moral. En ese sentido, la epidemia actual parece planetaria. Es de agradecer, por tanto, el gesto de este realizador que vislumbra las 40 primaveras desde el precipicio del autor contestatario.
Lo mejor: Unos malabarismos narrativos que, si bien no funcionan siempre, sí logran sorprender por la pericia con la que están construidos.
Lo peor: Algunos giros argumentales del tramo final que resienten un conjunto casi brillante.