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Críticas

Tiempo (Old): La playa del caos

Hay una realidad inmutable en el cine de M. Night Shyamalan que desvela en cada uno de sus fotogramas una buena intención; la esperanza de resultar un narrador personal, reconocible y genuino que no subestima al espectador. Es, a ojos de cualquiera que aprecie el buen cine, una virtud que honra al realizador pero que pone en la palestra una y otra vez lo complicado de alcanzar ese loable objetivo.

Tiempo (Old, 2021) es la película número catorce de un director al que la industria sigue apoyando casi sin condiciones, otorgándole una libertad creativa de la que no todos los realizadores y realizadoras gozan. Esto ocurre, quizá, porque en cada estreno el público espera ver lo mejor, aunque consciente de que puede que las expectativas no se cumplan del todo. Podría decirse que el cine de Shyamalan es como una lotería relativamente fácil de ganar, porque en su chistera conviven alguno de los mejores trucos del thriller fantástico (El sexto sentido, El protegido, Señales, El bosque…) con otros infames (After Earth, The Last Airbender). Si bien es cierto que su última etapa abarca películas de calidad más que aceptable (La visita, Múltiple, Glass), es su nueva incursión la que devuelve al panorama al Shyamalan más errático.

Obsesionado por el misterio, los traumas de sus personajes o los movimientos de cámara como catalizadores de sentimientos y situaciones -y claramente influenciado por Hitchcock y Spielberg-, Shyamalan se enreda en Tiempo, que no es ni más ni menos que la historia de varias personas que, invitadas a pasar una bonita jornada en una playa paradisíaca, se ven afectadas por un antinatural paso del tiempo. Si bien la premisa es cuanto menos atractiva y enigmática, el director escribe uno de sus guiones más flojos, destrozando así la novela gráfica de Pierre-Oscar Lévy y Frederick Peeters en la que está basada la película. Hay poco margen para que el espectador imagine, pues el embarullado libreto evita a base de explicaciones de más que las ideas vuelen entre tanto desaguisado argumental.

No se encuentran muchas buenas decisiones en Tiempo. El texto de Shyamalan fuerza los comportamientos y las reacciones de los personajes en un escenario más favorable para la naturalidad y las interpretaciones realistas, lo que tiene como catastrófico resultado un desfile de situaciones inverosímiles -por mal rodadas- y problemas con el acting de los que no se libran ni unos experimentados Gael García Bernal y Vicky Krieps. Al igual que ese transcurrir de las cosas deformado por el misterio que sucede en la playa, el desarrollo del relato es caótico y tramposo, lo que provoca que el verdadero discurso de la película -el paso de los años como cura de las heridas del pasado- se silencie frente a la irritante anarquía del uso de la cámara, el montaje, los giros de guion o la machacona y poco eficaz música de Trevor Gureckis. En definitiva, otra piedra en un camino que parecía despejado de todo obstáculo pero que nos recuerda, una y otra vez, que al Olimpo del cine no se llega con facilidad.

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