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Straight Outta Compton: El rap gangster

Después de una introducción que pone los pelos de punta -y en jodidos y necesarios antecendentes-, Straight Outta Compton (2015) da un pequeño respiro y cambia bruscamente de ubicación para deslizar la cámara y su mirada a través de un paneo que recorre la habitación de Andre Young, mucho más conocido por Dr. Dre. El chico, un soñador deejay con muy buen gusto, está echado en el suelo rodeado de discos de vinilo mientras escucha en sus auriculares la música de Roy Ayers Ubiquity, concretamente la elegante Everybody Loves The Sunshine. El placentero trance se verá interrumpido por su madre, que apaga el tocadiscos con brío para recordarle a Andre que tenía que haber ido a una entrevista de trabajo.

Pero Dre seguirá soñando, porque de esto habla la película de un F. Gary Gray que da en el clavo pariendo el mejor largometraje de una carrera -la suya- con alegrías contadas. En épocas de biopics blanditos, condescendientes y poco comprometidos (por muchos premios a los que opten), conviene recordar trabajos como Straight Outta Compton, film valiente, riguroso y de muy buena factura técnica. De esta forma, y a partir del sólido guion de Andrea Berloff y Jonathan Herman, el público puede conocer fielmente las andanzas de un grupo de raperos hoy convertidos en leyendas, aquellas que fundaron NWA: Niggaz With Attitude, algo así como «Negros Con Orgullo».

Solo éramos un grupo de niños rebeldes que querían tener una idea de cómo era la vida real.

NWA

Porque la película también habla de orgullo, del de unos jóvenes que creyeron firmemente que, a través de su música, podrían canalizar sus frustraciones, la rabia por la falta de oportunidades y, por tanto, de futuro. De esas sensaciones nacieron temas hoy icónicos como Straight Outta Compton, Gangsta Gangsta o la potente y polémica Fuck The Police, un himno rebelde y vehemente para todo rapero que incluso llevó al grupo a pasar unas horas en los calabozos. En aquel tiempo los jóvenes negros de Compton tenían nuevos ídolos, y la policía (y estamentos gubernamentales de media norteamerica) una nueva razón para preocuparse. A más represión, más rap, y al que no le guste que se joda, pensarían los chavales.

Quedense pues con estos nombres: DJ Yella, Dr. Dre, Eazy-E, Ice Cube, MC Ren y Arabian Prince (que interpretan muy acertadamente unos muy parecidos Jason Mitchell, Corey Hawkins u O’Shea Jackson, este último hijo mayor del propio Ice Cube), porque si se aventuran a ser testigos les costará quitarse sus contundentes ritmos de la cabeza y tantas y tantas letras de denuncia. Porque sí, aquellos chicos asqueados de mirar por la ventana y ver un percal desolador, en el que los porrazos de la policía convivían con el desempleo y las muertes callejeras, hicieron estragos a la vez que reescribían, gracias a todo ese bagaje, la historia del rabioso y enérgico rap gangster.

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