Nuestra expedición cinéfila aterriza en la ciudad de San Sebastián para presenciar, un año más, el desfile de películas, estrellas -y estrellados- de su festival, otro «Tipo A» del panorama europeo al que, a priori, parece faltarle algún galón para poder situarse a la altura de los certámenes más resultones.
Pero esto es lo que hay, queridos lectores y lectoras. Confiamos, pues, en que vayan apareciendo sorpresas que den la vuelta a las opiniones más pesimistas a lo largo de esta imprevisible edición número 67 del evento donostiarra.
Viernes 20 de septiembre
Con esa predisposición y buen talante, y durante la jornada del viernes 20, el agradecido público de la ciudad y la gente de la prensa han podido comprobar la calidad de películas como Retrato de una mujer en llamas (Portrait de la jeune fille en feu) en Perlas, La decisión (Blackbird) en Sección oficial, Temblores en Horizontes Latinos o Ema, también en la sección Perlas. Ninguna ha decepcionado, siendo Ema, del director chileno Pablo Larraín (El club), uno de los trabajos más aplaudidos hasta el momento de lo visto en todas las secciones.
Sin embargo, las primeras opiniones no tan entusiastas iban destinadas a películas como Seberg (Perlas), drama biográfico ambientado en los años 60 que protagoniza la estadounidense Kristen Stewart y dirige Benedict Andrews, o al esperado último largometraje del director español Alejandro Amenábar. Proliferaban las opiniones moderadas tras el visionado de Mientras dure la guerra, participante de la Sección oficial, que no ha fascinado a la crítica. Si bien es cierto que ha tenido mejor recepción que su anterior película, Regresión (Regression, 2015), se han aplaudido más las interpretaciones que el propio relato o la dirección de Amenábar.
A su vez, el cineasta francés de origen griego Costa-Gavras era galardonado con el primer Premio Donostia, que con su máxima distinción honorífica ha rendido homenaje a uno de los máximos exponentes del cine político y de denuncia social de toda la historia.
Sábado 21 de septiembre
Ya metidos de lleno en el sábado 21, llegaba el turno de cineastas tan prestigiosos como el japonés Hirokazu Kore-eda que, con su película La verdad (La vèritè), no ha acabado de aunar las opiniones de los espectadores. Es posible que, a pesar de contar con las fantásticas intepretaciones de Catherine Deneuve y Juliette Binoche, y algún momento de lucidez narrativa, el último trabajo del realizador nipón no esté entre sus largometrajes más destacados.
Por otro lado, en la Sección oficial ha destacado Próxima, de la directora francesa Alice Winocour. El filme es un drama espacial protagonizado por Eva Green (luminosa presencia también en la propia rueda de prensa) que, para algunos, podría tratarse de la contrapartida femenina a Ad Astra (2019), trabajo de James Gray actualmente en cartelera.

La jornada del sábado iba a finalizar con dos películas radicalmente diferentes. Por una parte, La trinchera infinita, otra destacada interpretación de Antonio de la Torre -muy bien replicado por Belén Cuesta– para relatar las penurias de un republicano escondido durante 30 años, los que tardó España en recuperarse de la Guerra Civil e indultar a los condenados y perseguidos políticos. La película no decepciona, aunque por momentos se hace, como indica su título, ligeramente infinita.
Nora sueña (Noura’s Dream) es el título de uno de los trabajos que se han visto en la siempre interesante sección Nuevos directores. La realizadora Hinde Boujemaa narra las desventuras de una mujer enamorada de un hombre que no es su marido encarcelado. Al salir éste comenzarán los problemas -ya tantas veces vistos- alrededor del adulterio y las malas artes en países de discutible ética policial como Túnez. Un film competente pero olvidable.
Por último, el director Steven Soderbergh aterrizó -no él, su película- en el festival (Perlas) con The Laundromat: Dinero sucio (The Laundromat), cinta con fines pedagógicos (explicar el entramado de los papeles de Panamá) al estilo del realizador: narrativa ágil y dinámica, escorzos medidos al milímetro y dos maestros de ceremonias como narradores que rompen continuamente la cuarta pared: Antonio Banderas y Gary Oldman. Mucho lujo para una película cuanto menos disfrutable.
