Durante la segunda mitad del Siglo XX hubo un nacimiento musical en la industria del cine que puede considerarse histórico. Desde esa época hasta la actualidad han ido sonando los temas de gigantes de las composiciones para el cine como Bernard Hermann, Miklós Rózsa, John Williams y, por supuesto, Ennio Morricone.
Es de sobra conocido que el auge de este músico italiano le llegó gracias, principalmente, a su labor en la Trilogía del Dólar de Sergio Leone, y, que más adelante, ha ido incrementando gracias a otros filmes como Érase una vez en América (Once Upon a Time in Amercia, 1984) y sobre todo con Cinema Paradiso (1988). Sin embargo, ¿Quién no ha oído hablar, quién no ha leído todo lo habido y por haber acerca de estos títulos?. Uno de los puntos fuertes del enfoque de este texto reside en resaltar la importancia de otras composiciones no tan conocidas, además de valorar la capacidad de crear partituras en base a las temáticas de títulos como los que os desmenuzamos a continuación:
La religión, lo celestial, la redención o la penitencia en La misión ( The Mission, Roland Joffé, 1986)
Con esta partitura, quizás una de sus más infravaloradas composiciones, el maestro italiano alcanza la más alta cota en cuanto a calidad musical y su perfecta adhesión a las imágenes. Gracias a un oboe, en Gabriel’s Oboe, Morricone da a luz un fragmento minimalista que es la perfecta metáfora de las imágenes y la temática celestial que aborda el filme y que es culminado -paradójicamente- en la primera canción de la película, con una de las canciones más bellas jamás dedicadas a una película, On Earth As It Is In Heaven, en las que aúna viento, principal tipología musical de la película, pequeñas pinceladas de percusión (para acompañar al tratamiento religioso más allá de lo terrenal y poner pies en la tierra) y cuerda, en forma de violín y violonchelo.
Lo mejor: El infravalorado clímax en cuanto a madurez y calidad en la carrera de Ennio Morricone.
Lo peor: Que no sea una banda sonora tan conocida como el resto de su filmografía.
La madurez y la adolescencia en Malèna (Giuseppe Tornatore, 2000)
En una nueva colaboración con uno de los directores con los que más trabajó, Giuseppe Tornatore, Morricone parece aquí acompañar el crecimiento y madurez de un crío casi adolescente y enfrentarlo al amor, la pasión sexual y el cerco que estrecha las intenciones de su pubertad. Musicalmente ofrece canciones de una muy alta calidad, muy parecida a la música de Cinema Paradiso (1988), y que acompaña la vida de un niño desde la inocencia con Malena, tema construido principalmente sobre una base de violonchelos y violines (constante en su carrera) con toques de viento. Esta canción será la base de la película, su principal canción, pero como la temática es muy importante, Morricone compone más de un tema en referencia al estado emocional de su protagonista, como la picaresca y original canción Passeggiata in paese, canción reproducida principalmente por una mandolina y acompañada por trombones y guitarras, en referencia a la picardía y atrevimiento de su protagonista, Renato.
Lo mejor: La capacidad de, por momentos concretos, transitar por diferentes géneros cinematográficos gracias a su música, desde la comedia romántica hasta el drama.
Lo peor: Que, como pasa en muchos casos, la banda sonora de Morricone supere a las imágenes del director.
Lo místico, el amor y la fábula en El pianista en el océano (La leggenda del pianista sull’oceano, Giuseppe Tornatore, 1998)
En su nueva colaboración con Tornatore, el maestro italiano le pone música a una adaptación basada en la novela homónima de Alessandro Baricco titulada 1900. Una vez más, su estructura musical se hace fuerte con una potente base de violines (a veces con solos bellamente precisos), acompañados por, dependiendo de cada clímax de las canciones, por ejemplo en , suaves aportaciones de viento como saxofones o trompetas y las siempre inmortales flautas, como ocurre en The Legend Of The Pianist o en The Crisis. Además, sazona pequeños momentos muy concretos con las teclas de un piano para redondear una banda sonora redonda a la altura de cualquiera de sus más famosas composiciones. Cobra también especial importancia el uso sencillo del saxofón sobre una base de violines para acrecentar la sensación de amor y pasión en Playing Love.
Lo mejor: La paradoja de descubrir que todavía hay cintas en las que Morricone deja su incuestionable impronta con bellísimas partituras.
Lo peor: Que todavía haya que buscarlas y no se les dé el reconocimiento merecido.