Conéctate con nosotros

Críticas

Gloria Bell: Que el fin del mundo nos pille bailando

Cuando el mundo salte por los aires, quiero que me pille bailando”. Así de contundente es la frase que cita Gloria Bell y que resume una filosofía de vida trasladada a la pantalla a través de numerosos bailes, encuentros y risas. Sebastián Lelio dirige este remake de su propio largometraje de 2013, Gloria, con el que demuestra una depuración estilística que ha ido afinando con cada uno de sus trabajos intermedios (Una mujer fantástica, Disobedience, ambas de 2017).

Desde la incursión de la música -una tenue banda sonora que aparece en momentos decisivos del sentir de su protagonista- hasta la proximidad de la cámara (ahora mucho más cercana al rostro de Gloria), todo queda al servicio de una estilización de la puesta en escena, natural, suave y fluida, que permite construir un universo de vitalidad en torno a Gloria. A su alrededor todo queda fragmentado, desenfocado: amantes, hijos, su exmarido… todos se convierten en presencias molestas, casi intrusas, que tan solo adquieren forma o entidad en la medida en que son necesarios para entender a Gloria. ¿Es acaso posible definirse sin tener en cuenta a los otros?

Quizá esta sea la gran pregunta que hay detrás de Gloria Bell, una cuestión que se responde desde la contraposición vital de los personajes de Gloria y Arnold, que muestran dos realidades contrarias desde la independencia personal y que se definen (y actúan) no en base a unos principios, sino a unos vínculos y condicionantes familiares (ser padre o madre). La intimidad se transforma en el refugio perfecto para poder ser uno mismo, o al menos así lo entiende Gloria, que no teme desnudarse -literal y figuradamente- ante un hombre que nunca acude ‘solo’ a esos encuentros. El sonido del teléfono destruye esa esfera privada donde Lelio coloca el romance y el deseo, equilibrando ausencias y presencias: a través del fuera de campo se hace presente una toxicidad invisible que perturba la realidad y que se refleja en el rostro de Gloria, una inconmensurable Julianne Moore cuya gestualidad es capaz de transmitir una amplia gama emocional de frustraciones y desesperanzas.

Si bien es cierto que las similitudes son notorias entre Gloria y Gloria Bell, las diferencias también son patentes (y certeras): uno de sus grandes aciertos radica en los múltiples matices con que Moore se distancia del ya impresionante trabajo realizado por Paulina García en 2013. Acorde a las variaciones en el tono, la cinta se aleja de la soledad y esa tendencia a la apatía que arrastraba la postura corporal de García, transformándose en un chispazo de energía casi a punto de ebullición. Resulta más libre y romantizada la imagen de esta nueva Gloria (incluso las canciones se desprenden de esa melancolía que acompañaba a los temas que constantemente cantaba) sin que ello suponga un deterioro o un perjuicio.

Resultado de imagen de gloria bell MOVIE
Filmnation Entertainment / Fabula

Lelio consigue mantener la esencia y a la vez proponer dos versiones distintas de su particular y valioso retrato de la vejez. Una aproximación al sentir de aquellos que son apartados o arrinconados a una especie de limbo social (e incluso cinematográfico en el caso de las mujeres) por cargar con determinados estigmas. La edad, la orientación sexual o la identidad de género son los caminos que llevan a este cineasta a rescatar del olvido a la persona que está detrás de estas circunstancias, aspectos que legitiman vidas y dificultan futuros, siempre con la certeza de que la vida es actitud, y la mejor de todas es salir de aquí bailando.

Lo mejor: La asombrosa capacidad de Julianne Moore de dar visibilidad al deseo a través de la mirada.

Lo peor: El estigma de «remake» como injusta vara de medir.

Hazte con todas las Novedades --->

Anuncio

Lo mas vistos

10 cosas sobre Voldemort que quizá no sabías

Reportajes

Hazte con todas las Novedades --->