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Clerks: La divina comedia de Kevin Smith

A principios del siglo XIV Dante Alighieri escribió La divina comedia, una alegoría de la vida como viaje hacia el paraíso, previo paso por el infierno y el purgatorio, y que contenía un compendio de conocimientos, convicciones religiosas y filosóficas con los que entender a la humanidad en un momento muy concreto de la Historia.

Eran los años 90 cuando Kevin Smith, un joven cineasta en ciernes, filmaba su primera película, Clerks (1994), una alegoría opuesta en muchos aspectos a la del florentino (aquí no hay viaje, más bien estancamiento en el limbo), pero que venía a representar una visión del ser humano (masculino) y su paso por una existencia anodina. No fue casual que bautizara a su protagonista como Dante, ni que estructurara la cinta en nueve episodios: la obra de Alighieri sirvió de inspiración para componer la particular visión que, para ese entonces, Smith tenía de la vida.

Han pasado 25 años desde que Clerks irrumpiera como obra fundacional de un indie realista, tan sucio y denostado como honesto, que sellaba el que sería el estilo de un director empeñado en proponer un retrato de una generación perdida, cuya evolución exploró en sus trabajos posteriores.

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1. La capitalización de la vida

Una pequeña tienda es el escenario de casi todo el relato: el lugar donde Dante, desde el mostrador, observa y tolera el discurrir del tiempo, pero también donde le suceden los acontecimientos más trascendentales de su jornada, desde las visitas de su novia hasta los reencuentros con personas de su pasado. Quizá esta sea la clave para entender la importancia del espacio en el cine de Smith: los lugares importan en la medida en que se convierten en espacios de diálogo y encuentro con su los otros. Así, en Mallrats (1995), el centro comercial no es solo una excusa para criticar a un consumismo absorbente, sino también el lugar donde suceden los hitos de una adolescencia tardía. El espacio público se convierte en el escenario de intimidad de estos jóvenes que gastan más tiempo que dinero. Del mismo modo, en Clerks II (2006), secuela que vio la luz doce años después de su predecesora, un restaurante de comida basura sustituye al supermercado como espacio narrativo.

Jay y Bob el silencioso © Miramax / View Askew Productions

2. El estilo low cost: ¿Qué hay detrás de una gran idea?

«I assure you, we’re open«. Un cartel pintado con betún confirmaba que la tienda estaba abierta a pesar de tener sus verjas bajadas. Lo que surgía como una restricción de producción (solo podían grabar por la noche y la tienda tenía que permanecer cerrada) sirvió como gag recurrente a lo largo del film. Son muchos los carteles que aparecen a lo largo de la película: tanto extradiegéticos, que estructuran la narración y titulan las escenas o presentan personajes, como diegéticos, que, además de establecer un tono humorístico, ilustran un modo de ser (dejadez y un exceso de confianza en el cliente). Un cierto equilibrio se establecía con aquellos carteles: se aligeraba el diálogo, una cháchara constante y aguda, gracias a la fuerza que las palabras imprimían visualmente en la composición del plano.

3.  La puesta en escena

Clerks comparte algunas de las señas de identidad del cine independiente norteamericano de los 90, con títulos como Slacker (1990) -referente reconocido del cineasta- o Reservoir Dogs (1992). Rodando en blanco y negro (otro resultado del bajo presupuesto) y apoyado en un diálogo mordaz plagado de referentes de la cultura pop, el cineasta coloca la cámara ante la nada registrando un costumbrismo gamberro y suburbano que apela al espectador con naturalidad, sin épica ni catarsis poética. El resultado: una sucesión de sketches a modo de sitcom televisiva para mayores de dieciocho.

Pero si hay un elemento recurrente en su cine es la presencia de Jay y Bob el silencioso. Dos personajes inmutables que simbolizan esa «generación perdida», la juventud a la que Smith parece aferrarse primero y evocar nostálgicamente después.  Ambos personajes encarnan una constante, un motivo visual a modo de epicentro sobre el que orbita todo el imaginario creado a partir de Clerks y que se expande en largometrajes, series de animación y cómics.

Dante y Randal, protagonistas de Clerks © Miramax / View Askew Productions

4. Psicoanálisis de supermercado

«La gente dicta su propia conducta». Con estas palabras, Randal le revela a su amigo el principio de una filosofía al margen de la norma y que defiende la individualidad, del tipo que sea. En este sentido, las contradicciones son constantes en una transición a la vida adulta plagada de inseguridades, decepciones y conquistas. En ese punto, justo en ese instante de toma de decisiones que parece irreversible y que definirá el camino que seguir el resto de la vida, es donde se encuentran los personajes de Clerks, al abrigo de la seguridad que dan los rincones de la infancia y donde las nuevas experiencias se comparten con la gente de siempre. Es en ese instante de clarividencia, cuando uno entiende que se es dueño de su propio destino, el momento en que Clerks llega a su fin.

En la manifestación de lo sexual, quedan en evidencia el desconocimiento de lo femenino y la moral católica del director, así como una cierta incapacidad emocional ante todo tipo de relaciones. Es en la dicotomía masculino/femenino donde se encuentra una de las evoluciones más significativas entre Clerks y su secuela: si en aquella lo femenino se representaba como la otredad misteriosa, el personaje de Rosario Dawson en Clerks II otorgará cierta redención feminista al presentar una mujer desde la comprensión de su esencia, con una mirada nada condescendiente y al mismo nivel de complejidad que el resto de personajes masculinos.

Rosario Dawson, una de las protagonistas de Clerks II © The Weinstein Company / View Askew Productions

Fueron necesarios doce años para poder tomar distancia y comprender que la ubicación geográfica no coincide en absoluto con la vital. Mismos amigos, mismo paisaje, mismo lugar (el mostrador) desde el que tachar días en el calendario, pero una forma distinta de abordar situaciones similares. Quizá lo que parecía el limbo tenía más de paraíso de lo que parecía. Algo similar sucede con Clerks: quizá no carecía de estilo, ni de puesta en escena, y quizá tampoco contuviera todo el humanismo que el siglo XX había logrado acumular, pero tenía alma y una vocación realista que rompió tabúes e hizo de los márgenes un lugar apetecible desde donde ver la vida pasar.

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