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Antidisturbios: El tándem imparable

Son de sobra conocidas las preocupaciones de gran parte de esta sociedad, la española, compleja y dividida en aspectos cruciales de su identidad, su idiosincrasia y su exasperante política gubernamental. El cine, como poderosa herramienta, ha usado muchas de estas inquietudes para contar historias, aunque demasiadas veces sin la contundencia suficiente como para hacer entender la gravedad de lo narrado.

Quien ha visto la filmografía de Rodrigo Sorogoyen, al que casi siempre acompaña la inmensa guionista Isabel Peña, sabrá que detrás del paroxismo, el sudor, los excesos… en definitiva, la detonación cinematográfica a la que es expuesto el espectador, existe un subtexto que pretende abarcar con carácter eminentemente crítico el desasosiego de una sociedad que ha acabado por no confiar ni en sus políticos, ni en parte de los cuerpos de seguridad, ni, por pasiva e indiferente, en sí misma. Primero la incómoda Stockholm, después Que Dios nos perdone, y ahora la serie Antidisturbios, llevan en su ADN una clara vocación de denuncia que Sorogoyen representa a través de las fórmulas del thriller -de cocción lenta en Stockholm y de colérico ritmo en las otras-, pero que nunca deja de ser lo que realmente es: un grito desesperado en contra de un sistema en eterno estado de descomposición.

La violencia que engendra violencia, la corrupción como enfermedad crónica, el maltrato, la camaradería mal entendida, los demonios de unos y otros, la inmigración… Antidisturbios planea algunas veces, o se sumerge de lleno otras, por todos estos temas, auténticas patatas calientes de un país en el que la podredumbre de los listos de la clase pone al borde del precipicio a los de siempre: la gente de a pie. Hay cierto efectismo en esta ambición por meter el dedo en tantas llagas, pero es loable -que no por ello del todo eficaz- que no se quieran dejar nada en el tintero.

Grandes angulares (quizá lo más discutible de su puesta en escena), la potente música de Olivier Arson, unas interpretaciones imponentes, el sorprendente manejo de la tensión narrativa, las descaradas referencias a siniestros personajes reales, y sus múltiples clímax, convierten a Antidisturbios en una de las grandes series de la temporada. Un hito televisivo que confirma no solo el fabuloso estado de forma de la ficción patria, sino el talento sonrojante de Peña y Sorogoyen, un tándem imparable.

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