Christian (Franz Rogowski) es el nuevo trabajador de unas grandes superficies. Con la ayuda de su compañero Bruno (Peter Kurth), aprenderá un nuevo oficio y se integrará con sus compañeros, que llevan mucho tiempo en la empresa. Allí conocerá y se enamorará de Marion (Sandra Hüller), una mujer casada que trabaja en la sección de dulces.
Interesantísima propuesta del director alemán Thomas Stuber que nos invita a reflexionar sobre la vida en todas sus facetas a partir de mostrarnos algo tan intrascendente, a simple vista, como el trabajo en un hipermercado. Simple, ¿verdad? Pues precisamente esa es la grandeza de una película que relata el día a día de los empleados del comercio. Entre pasillos de bebidas y comestibles, rodeados de elevadoras y palés, el film de Stuber consigue generar para el espectador auténticas reflexiones filosóficas sobre el amor, la soledad, la importancia y el grado de dignidad que otorga el trabajo, la amistad y la lealtad (plasmada con la relación entre el protagonista y el encargado de enseñarle el oficio) o la pérdida.
Interesantes planos (inteligentemente ideados al haber tan pocos escenarios en el film), el juego con los silencios y un guion de aparente sencillez, ayudan a potenciar el efecto reflexivo y filosófico. Y es que, conseguir expresar los grandes dilemas de la vida de forma simple y efectiva, es una gran hazaña. Prescindir de florituras estilísticas o de sesudos diálogos, hace que el largometraje adquiera una gran profundidad y realismo. Su banda sonora, que nada entre la música clásica, el pop y la electrónica, resulta otro factor imprescindible: La escena inicial, en la que se presenta el hipermercado y sus recámaras, está acompañada de una pieza clásica que le otorga al escenario una importancia capital para el desarrollo de la película.
Por otra parte, el reparto resulta completamente creíble en esta puesta de escena que nos muestra algo tan poco glamuroso como la vida obrera, lejos de lujos y grandes acontecimientos. Los momentos excepcionales también pueden darse entre cajas de cartón y con un uniforme de trabajo. Mucha atención al protagonista, Franz Rogowski, una mezcla explosiva y natural de melancolía y rudeza. No necesita abrir la boca para transmitir veracidad.

© Sommerhaus Filmproduktionen
Así, A la Vuelta de la Esquina (In den Gängen, 2018), es una de las cintas más originales y cautivadoras del pasado año, por su aparente sencillez, su honestidad y su intención de huir de la fantasía. Vida pura y dura: tediosa y monótona la mayor parte del tiempo, pero con pequeños momentos de luz que, a veces, consiguen iluminarlo todo.
Lo mejor: La capacidad para invitar a la reflexión filosófica a partir de escenas sin aparente trascendencia.
Lo peor: Su carácter reflexivo y largos silencios podrían no ser aptos para espectadores impacientes.
