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Reportajes

Repasando 2019: 10 películas que suspenden

After. Aquí empieza todo (After, Jenny Gage, EEUU, 2019)

Un Crepúsculo (Twilight, 2008) descafeinado, y ya es decir, sin vampiros ni hombres lobo, pero con adolescentes y feromonas de sobra; con recién graduada (Josephine Langford), novio celoso (Dylan Arnold), madre protectora (Selma Blair) y guaperas de turno incluidos (Hero Fiennes-Tiffin) para hacer las delicias de los teenagers. Parece un intento de precuela de Cincuenta sombras de Grey (Fifty Shades of Grey, 2015) pero sin juguetes. De hecho, si nadie lo impide, tendrá su propia saga, porque ya está anunciada su secuela para abril de 2020: After. En mil pedazos.

Tolkien (Dome Karukoski, EE.UU, 2019)

Un continuo quiero y no puedo llevado hasta el extremo desde los primeros minutos. También un claro ejemplo de cómo la sombra de un nombre tan poderoso puede generar una campaña de marketing por sí misma. El propio Tolkien se revolvería si descubriera la descabellada sensiblería a la que han reducido una vida tan interesante como la suya, mediante un guion en el que el plano dramático se olvida del desarrollo de sus personajes en favor de un estilo cinematográfico prefabricado, reiterado y simplón. No hay cabida para las sorpresas o la fantasía, tan solo para reutilizar fórmulas que ya hemos visto una y otra vez en las pantallas.

Annabelle vuelve a casa ( Annabelle Comes Home, Gary Dauberman, EE.UU, 2019)

La temible muñeca es un personaje salido de una de las películas de terror más interesantes de los últimos años, Expediente Warren (The Conjuring, 2013), pero perdió todo su encanto cuando decidieron explotar su imagen hasta la saciedad. Es todo un hecho, Annabelle se ha convertido en un personaje de culto dentro del terror, sin embargo, no todo está justificado si de alimentar a masas de consumidores se trata. La tercera entrega de la saga pierde rotundamente el interés llegando a hacernos dudar si hace uso de la autoparodia, o no, cuando los desenlaces estúpidos se suceden uno tras otro. Quizás lo que más miedo de en esta entrega sea pensar que aún tiene mecha para más continuaciones…

El rey león (The Lion King, Jon Favreau, EE.UU, 2019)

¿Por qué? ¿Para qué? ¿Esta era la nueva versión que Disney había preparado durante tiempo para volver a llenar salas y reventar nuevamente la taquilla mundial? ¿De verdad pensaron que la clave sería copiar fotograma a fotograma sin más? El público merece respeto y, quizá, algo más que calcar el clásico de 1994 esperando que la flauta sonase una vez más. Decepción mayúscula y cara de tonto es lo que se le quedó a más de uno después de ver un autoplagio tan perezoso, torpe e inevitablemente aburrido.

Elisa y Marcela (Isabel Coixet, España, 2019)

Cuando se estrenó Roma (2018) una cierta controversia latente se manifestó en torno a su estreno ¿Era el filme sobre la memoria de Cuarón tan bueno o era, en el fondo, un exagerado y vacío ejercicio estilístico? Con Elisa y Marcela, el que escribe estas líneas se toma la libertad de adaptar las mismas cuestiones. Y es que, a lo largo de su metraje, las formas se tornan vacuas una y otra vez, por lo que el resultado es un exceso de manierismo que eleva esa fruslería hasta lograr separar forma y fondo de la peor manera posible. Suspenso para Coixet.

La llorona (The Curse of La Llorona, Michael Chaves, EE.UU, 2019)

Previsibilidad, lugares comunes y tópicos del género, total falta de originalidad, y un largo e irritante etcétera. Dirigida por Michael Chaves, La llorona no nos deja más remedio que acudir a los clichés de la crítica deconstructiva para poner a caldo este desaguisado del terror cinematográfico. Siempre nos preguntaremos ¿Cómo pueden llegar a estrenarse en salas comerciales? Quizá sea precisamente por eso, porque nos siguen vendiendo la moto.

Hellboy (Neil Marshall, EE.UU, 2019)

Simplemente innecesaria. Si bien Guillermo del Toro consiguió llevar a la pantalla un personaje endemoniado, a la par que carismático y humano, ahora nos enfrentamos a un zoquete violento perdido en un huracán de ruido, movimiento y fuego. Las intenciones de gastar todo el presupuesto en grandes escenas de acción pueden ser las principales culpables de que el resto de película sea un bagaje insípido por una estética pretenciosa, desaprovechando ciertos elementos imaginativos que podrían interesarnos. Por el contrario, nada en ella justifica su extensión hasta la extenuación, ni el aburrimiento pirotécnico.

Géminis (Gemini Man, Ang Lee, EE.UU, 2019)

En Géminis, Ang Lee emprende su particular búsqueda del hiperrealismo cinematográfico -ya apuntada en trabajos anteriores- poniéndose al servicio de lo digital y olvidándose del factor humano. Rodada en 4K a 120 fotogramas por segundo, la cinta se convierte en un golpe de efecto continuo donde la trama no parece tener interés por profundizar en sus propias raíces. Ni el carisma de Will Smith ni el deslumbramiento visual de algunas de las escenas de acción son suficientes para suscitar algo que no sea observar a otros pasarse un videojuego.

X-Men: Fénix Oscura (X-Men: Dark Phoenix, EE.UU. Simon Kinberg)

Un guion cavernícola, desperdiciar un reparto con dos generaciones de buenos actores, vergüencita ajena de esa de llevarte las manos a los ojos cuando los superhéroes dan el máximo en las escenas de acción, la ausencia de los personajes más carismáticos de la serie y un desenlace rodado a oscuras y sin pasión hacen de este último lanzamiento del universo X-Men algo aburrido, rozando el mal gusto. De la criba que han hecho con aquellos protagonistas que han preferido no seguir en la franquicia ya hablamos otro día.

Historias de miedo para contar en la oscuridad (Scary Stories to Tell in the Dark, André Øvredal, EE.UU, 2019)

Tan obvio como su título es la película apadrinada por un Guillermo del Toro que ya hizo algo parecido con Mamá (2013), otra película infame que, como la que nos ocupa, se agarraba con uñas y dientes al jumpscare cutre nutriéndose de los tópicos para (intentar) asustar al personal. Resulta que, para desgracia de un Ovredal que había sorprendido a propios y extraños con Troll Hunter (2010) o La autopsia de Jane Doe (2016), su primera película de nacionalidad estadounidense es una entrada ramplona por la preocupante puerta de atrás del horror mainstream.

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