Toy Story 3 (Lee Unkrich, EE.UU, 2010)
Hay un amigo en cada uno de los juguetes de Andy: desde Woody y Buzz hasta el Sr. Patata y su esposa, o Slinky y Rex. Toy Story 3 supone la consecución de una trilogía magnífica e imprescindible. Pixar puede presumir de haber creado una de las mejores películas de animación de siempre y la primera de este género nominada al Oscar al mejor largometraje. Andy podrá hacerse mayor, pero nosotros hemos disfrutado cada aventura de sus viejos juguetes hasta el infinito y más allá…
Nader y Simin, una separación (Jodaeiye Nader az Simin, Asghar Farhadi, Irán, 2011)
Hay una tendencia dentro del nuevo cine iraní por acercarse a la realidad sin artificios ni trucajes. En esta corriente se inscribe Asghar Farhadi, un cineasta decidido a retratar la sociedad sin indulgencias y hacerlo desde aquellos parámetros que la constriñen. Nader y Simin es, probablemente, el ejercicio de estilo más imponente dentro de una filmografía que recurre a una fractura de la narración en dos a partir de un incidente inesperado y que obliga a replantear las relaciones entre sus personajes. Farhadi mantiene el tono durante todo el metraje con una coherencia que no se tambalea ante los imprevistos, al igual que la sociedad que refleja: espectadora resignada que deja desprotegidos a quienes la habitan.
Holy Motors (Leos Carax, Francia, 2012)
El último largometraje hasta la fecha de Leos Carax tiene las virtudes de ser a la vez ensayo sobre el propio cine, sobre la vida y un manifiesto personal (apuntado desde el inicio del film con la presencia de su propia hija en una ventana). El juego de máscaras que propone tiene como objetivo reverenciar el poder de la ficción, y lo hace desde la posición del espectador, personaje no visible del relato cuya incógnita presencia se hace indispensable. Ante la posibilidad de que nadie observe se descubre una valiosa reflexión que viene a describir la esencia misma del cine: la belleza está en la mirada de quien observa.
El árbol de la vida (The Three of Life, Terrence Malick, EE.UU, 2012)
El preciosismo visual característico de Malick y una dialéctica poética más elaborada que nunca dan forma a un discurso universal sobre la condición humana en esta obra atemporal que examina la creación de la vida como concepto y el sentido de la misma. Su praxis es compleja, requiere el esfuerzo y la atención del espectador para su comprensión, y es por esto que puede ser vista como la 2001: Odisea en el espacio de nuestro tiempo: fenómeno de masas en su día, polémica y controvertida, rompió todas las convenciones de lo comercial y lo alternativo y, siendo una adelantada a su época, gran parte del público no supo entenderla.
La caza (Jagten, Thomas Vinterberg, Dinamarca, 2012)
Las dudas morales, la fragilidad de la amistad, el enfrentamiento kafkiano entre el individuo y la masa. Dice Pérez Reverte que en España no actuar con el rebaño es una maldad, y Vinterberg deja claro que esa afirmación se hace extensible a toda la humanidad. Un drama que es tan intenso que en algunas ocasiones parece un thriller, y en el que el director danés tiene tanto pulso que aunque tú sabes lo que ha pasado, tienes ciertas dudas que censuran en realidad nuestro tan cacareado derecho a la presunción de inocencia. Y sobre todo lo que digamos acerca de La caza se alza el maravilloso Mads Mikkelsen, que de nuevo rinde de forma soberbia en este film.
Amor (Amour, Michael Haneke, Austria, 2012)
Film único, duro por momentos, aterrador por lo cercano. Haneke se apoya únicamente en su cámara y en las enormes interpretaciones de Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant para introducirnos de lleno en ese devastador apartamento de París. Una aproximación brutal y sincera a la vejez y al deterioro físico. Ganadora de la Palma de Oro en Cannes y el Oscar al film de habla no inglesa. Dicho como un tremendo halago: no hay otra película como Amor por su punto de vista, valentía y singularidad.
Her (Spike Jonze, EE.UU, 2013)
Con esta maravilla, Spike Jonze nos acerca a un futuro muy cercano para hablarnos de la soledad de la falta de comunicación. El film nos muestra toda la evolución de una relación sentimental entre dos seres, de principio a fin, de una forma sorprendente y apasionante. A su autor le supuso el Oscar al mejor guion original. La mejor interpretación de Joaquin Phoenix, comedida, controlada y llena de sensibilidad, muy alejada del exceso y el feísmo que tanto parece gustar. También, hemos de destacar a Scarlett Johansson… ¡Esa voz!
Gravity (Alfonso Cuarón, EE.UU, 2013)
El año 2013 registró un nuevo hito de la ciencia ficción cinematográfica. El mexicano Alfonso Cuarón logró reproducir una catástrofe que acabaría abandonando en el espacio a su sufrida protagonista, una esforzada Sandra Bullock. La gracia de su historia, que ya de por sí resultaba emocionante, se encontraba en unos efectos especiales portentosos, para los que se diseñaron novedosos sistemas de rodaje. El resultado fue una aventura agónica abanderada por su plano secuencia inicial, un prodigio audiovisual que, como hiciese Kubrick con 2001… , señaló el camino de siguientes producciones.
Boyhood (Richard Linklater, EE.UU, 2014)
Richard Linklater se empeña en escudriñar con diferentes lentes el tiempo, sus efectos y su significado, reflejando la vida en la pantalla para demostrar que, al fin y al cabo, todo se basa en la improvisación dentro de un tablero sin normas donde el aprendizaje desde lo cotidiano es brillante y esencial. Boyhood es la máxima expresión de su cine, no por la paciencia de llevar a cabo un proyecto de más de una década, sino por ser capaz de hablar de la belleza de nuestra imperfección entendiendo que elementos minúsculos conforman un todo tan complejo como maravilloso, hermoso y memorable.
Interstellar (Christopher Nolan, EE.UU, 2014)
Un clásico inmediato de la ciencia ficción, a la altura de lejanos maestros del género, consciente de la necesidad de respetar el espectáculo ante el gran público, dejando al mismo tiempo espacio para alardear de un rigor científico casi absoluto. Christopher Nolan creó una película teóricamente compleja, pero accesible, a la vez que visualmente prodigiosa y esencialmente poética. Al mismo tiempo, las notas de Hans Zimmer mecen las imágenes para magnificar la epopeya y elevarla hasta un resultado que resulta una experiencia cinematográfica única. Ojalá volver a verla en el cine pronto, porque tan solo podemos sentir admiración por una obra que nos recordó la importancia de mirar a las estrellas, tanto las que abrazan como las más lejanas.
Del revés (Inside Out, Pete Docter, EE.UU, 2015)
Pixar repite entre nuestras elegidas gracias a Del revés, la obra con la que la factoría del flexo se doctoró en términos de cinematografía conceptual accesible para niños y mayores. El milagro consistía en diseñar contextos y personajes sobre la premisa de un cerebro en forma de escenario, dando lugar a uno de los trabajos más ingeniosos, divertidos y emocionantes de todos los que es responsable la empresa fundada por John Lasseter. Del revés resultó ser una genialidad animada al alcance de pocos creadores actuales.
El hijo de Saúl (Saul fia, László Nemes, Hungría, 2015)
El del joven Nemes fue uno de los grandes debuts en el largometraje de la década. Su película es una potentísima obra de tremenda gravedad histórica desarrollada entre el desafío continuo a los estándares formales del cine actual. El infierno de Auschwitz a través de la mirada vacía de un preso aferrado al último suspiro de humanidad al que el realizador pega su objetivo en cuatro tercios. Esa distancia, a veces minúscula, consiguió que el público experimentase, como pocas veces antes, el horror de un lugar que algún día fue el abismo del que hablaba Itzhak Stern en La lista de Schindler (Schindler’s List, 1993).
Mad Max: Furia en la carretera (Mad Max: Fury Road, George Miller, Australia, 2015)
Toda la producción de Fury Road era carnaza para los escépticos: décadas desde el último estreno, un director que llevaba tiempo sin dirigir algo que no fuesen pingüinos bailando (la genial Happy Feet y su secuela)… Es decir, casi veinte años sin rodar en carne y hueso. Sin embargo, no quedó más remedio que postrarse ante la construcción de una historia redonda donde sobresale la lucha de clases y, ante todo, el empoderamiento femenino de mano de uno de los mejores personajes femeninos que ha dado el cine reciente: la Imperator Furiosa de Charlize Theron. Por su parte, un montaje excepcional conectó con las decisiones estilísticas del director de manera que todo quedó engranado en una máquina perfecta. Desde el primer minuto no hubo respiro para un espectador entregado a las bondades de una película de acción sorprendente.
Manchester frente al mar (Manchester by the Sea, Kenneth Lonergan, EE.UU, 2016)
El prodigio de Manchester by the Sea (dejando a un lado su apabullante edición de sonido) consiste en ser una película que se acaba a la mitad. Al llegar al ecuador del metraje, al descubrir los hechos que dan razón de todo, no queda ya nada por decir. El relato deviene antinarrativo y no hay más opción que deambular hasta su final de la mano de Lee Chandler, el personaje de Casey Affleck, de vuelta de todo y sin ganas de nada. La cinta resulta devastadora al recordarnos -a través de su frío realismo- que hay heridas que no sanan nunca; que a algunas personas, también, se les acaba la vida a la mitad.
Paterson (Jim Jarmusch, EE.UU, 2016)
Parece difícil imaginar un modo más bello de manifestar la unión intrínseca entre lo cotidiano, lo transcendente y lo creativo que el que encontramos en Paterson. Para el autobusero entrañable -encarnado por un excelso Adam Driver– lo más anodino se convierte en el humus del que brota la más hermosa poesía. Jarmusch firma una película entre cuyas formas aletea la esencia del misterio. Una declaración de amor al cine. Y a la vida sencilla de las personas corrientes, que va más allá de la repetición de actos insignificantes y del continuo devenir de los días. Es más: que precisamente a través de ellos consigue alcanzar un regusto de lo eterno.
La llegada (Arrival, Dennis Villeneuve, EE.UU, 2016)
Basada en uno de los relatos del libro de Ted Chiang La historia de tu vida, podría tratarse de la mejor película del director canadiense Denis Villeneuve. Su película se adentra en los misterios y posibilidades del lenguaje, interpretado como un instrumento metafísico que eleva el poder de la comunicación. Su cuidadísima y efectiva composición, la entidad que posee como producción y el gran nivel demostrado por su director, la colocan entre los mejores trabajos de esta década a la vez que nos recuerda que, como dijo Stephen Hawking: «Dios no sólo juega a los dados. A veces también los echa donde no pueden ser vistos«. Quizá algún día nos toque jugar a nosotros.
Sieranevada (Cristi Puiu, Rumanía, 2016)
Muchas veces es difícil justificar el uso del plano secuencia, sobre todo cuando no va relacionado con una grandilocuencia técnica ni acrobáticas escenas de acción. Pero es que el alarde técnico no motiva el uso que de él hace Puiu, ya que aquí esa elección de plano (fijo y de larga duración) viene a representar lo laberíntica y claustrofobia que puede resultar la familia. Con la mayor parte del relato en una misma localización, las idas y venidas así como las conversaciones que se cruzan en las diversas estancias son el único motor de una historia que no tiene más aspiración que la de realzar la diferencia como nexo común a todas las familias.
El hilo invisible (Phantom Thread, Paul Thomas Anderson, EE.UU, 2017)
Misteriosa, ambigua, inteligente, perversa y sutil como Alma Elson. Barroca, retorcida, elegante, minuciosa y sorprendente como Reynolds Woodcock. Manipuladora, sólida, arrogante, soberbia y poderosa como Cyrill, la hermana mala. Hablamos de El hilo invisible, el cuento impoluto de Paul Thomas Anderson. Una película rayana en la perfección, con su unión sin costuras entre fondo y forma. Toda una lección de estilo cinematográfico al servicio de una profunda reflexión antropológica sobre la naturaleza de las relaciones humanas. Una delicia para la vista y el oído. Un placer (¿culpable?) para el alma.
Verano 1993 (Carla Simón, España, 2017)
La sencillez como valor cinematográfico es quizá el mérito y la prueba que justifica que la ópera prima de Carla Simón sea una de las cintas más importantes de la década. En todo momento el filme respira como su tuviera vida propia sin que ello presuponga una falta de planificación en el relato. No hay improvisación, tan solo la certeza de que filmar es una extensión del acto de mirar. Toda la película sigue a Frida intentando no perder detalle de un proceso de dolor en el que ella no sabe que está inmersa. No hay prisa, la historia se cuenta desde la espera y la comprensión, la misma que muestran aquellos que se hacen cargo de la protagonista.
Pororoca (Constantin Popescu, Rumanía, 2017)
El realizador Constantin Popescu hace un magistral uso de la cámara para componer un relato con todos los elementos propios de la Nueva Ola del cine rumano. Sin alejarse de esta tendencia que aboga por el naturalismo y la composición de los planos a partir de los movimientos de los personajes -dentro o fuera del foco-, el realizador se sirve de los planos secuencia y la tensión propia de una cámara fija para transmitir la angustia y el horror que le depara a Tudor Ionescu, un padre de familia interpretado por Bogdan Dumitrache, la desaparición de su hija. El intérprete consigue construir uno de los personajes de la década gracias a una mutación que es anímica y física al mismo tiempo, complementado por el gran trabajo de Iulia Lumânare y el siempre angustioso proceso de destrucción familiar tras un hecho traumático.
Y aquí, 2019: https://redrumcine.com/2019-favoritas