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Javier G. Godoy

Prometheus: La perseverancia del señor Scott

Podría decirse que Ridley Scott es uno de esos directores que, por su trayectoria más o menos regular y por ser responsable de 3 o 4 clásicos contemporáneos, es uno de los grandes de los últimos años. Quizá englobar esta calificación dentro de toda la historia del Cine sería más arriesgado pero lo que está claro es que ha conseguido mantener cierto nivel que ha hecho que ir a ver una película suya se encare con ciertas garantías. Pues bien, “Prometheus” no es una excepción en su filmografía.

Estamos ante una de esas películas que, desde el momento de su concepción, se arriesga a resultar un fiasco de grandes proporciones. La ciencia ficción es un género que estimula la mente de los más retorcidos y provoca todo tipo de elucubraciones, dudas y cuestiones metafísicas antes y después de un estreno y más si se trata de darle una vuelta de tuerca a una saga de leyenda. Tal es el caso del universo Alien, con millones de seguidores en todo el mundo que, al enterarse del proyecto de Scott, comenzaron a preguntarse qué había detrás y sobretodo qué respuestas se iban a dar a todas las dudas generadas a lo largo de los años. Estaba claro que si alguien era capaz de ir aclarando el panorama era el director de la primera entrega, Ridley Scott que, con “Prometheus” nos regala  un film de impecable factura técnica capaz de volver a engancharnos a lo que venga después como ya consiguió en 1979.

Prometheus” nos sitúa en el año 2089, cuando la doctora Shaw, interpretada por una acertada Noomi Rapace, descubre unas pinturas que parecen haberse repetido en otras localizaciones cuya simbología hace pensar que se tratan de algún tipo de indicación. Tras el hallazgo se construye un equipo que viajará al planeta donde se supone se encuentra la clave del origen del ser humano.

Con esta premisa y su entrada de cine, el espectador será testigo de una introducción espectacular gracias a la fotografía de Dariusz Wolski, que nos brinda unas maravillosas panorámicas (recuerdan a aquellas de “El Señor de los Anillos”) y que nos ponen en antecedentes con un prólogo un tanto confuso pero que ya aventura que el diseño de producción y de arte, a cargo de  Arthur Max y Alex Cameron, con la gloriosa colaboración del maestro y pionero H.R. Giger, tendrá dimensiones colosales, cosa que comprobaremos a lo largo de todo el film.

Del guión se encargan Damon Lindelof y John Spaihts. El primero es el responsable de la archiconocida y ya mítica serie “Lost”, así que ya desde el comienzo se observa el gusto por la simbología y lo enigmático. Durante la película veremos que el detalle es prioridad para Scott que consigue un excelente nivel visual en la mayoría de secuencias.
Sin embargo, desgraciadamente, existe demasiada información que dar y poco tiempo para ello, de ahí que dos o tres escenas clave parezcan precipitadas e incluso poco convincentes a pesar de encontrarnos en un entorno que lleva la ficción a la máxima expresión, tal es el caso de la operación a la que se somete la doctora Shaw o el despertar de uno de los extraterrestres. Entiendo que es debido a la necesidad de acoplar todo el guión dentro de unos tiempos pero de ser así es absolutamente contraproducente para una película que necesita del cuidado absoluto del detalle (no solo técnico) y cuyos momentos de clímax deberían alimentarse de una fuente más científica que fantástica, que es la línea que Ridley Scott parece pretender seguir.
Finalmente, a pesar de esos “vacíos” donde los más duros encontrarán los puntos flacos para herir de muerte a la película, esta recupera la forma cuando, apoyada en un elenco actoral bastante acertado aunque poco desarrollado (en Alien pasaba algo parecido), nos plantea las diferentes situaciones – científicas y de sociabilidad dentro de la nave – anteriores al momento final, quizá lo más flojo de la cinta pero rodado con la misma perfección.
Noomi Rapace, Charlize Theron o el actor de moda Michael Fassbender realizan unas interpretaciones bastante convincentes mostrando los rasgos más determinados de cada uno de sus personajes. Desde la ilusión de la doctora Shaw, hasta el corporativismo exagerado de Meredith Vickers, pasando por la contención, sobriedad y sutileza del androide David (uno de los puntos fuertes de la película, sin duda)

Más de uno achaca cierta falta de respuestas, yo solo recuerdo que habrá segunda parte (y quizá tercera) y creo que, sin tratarse de una película que vaya a instalarse entre los grandes clásicos del género, sí estamos ante un espectáculo visual de mucho valor, ante grandes interpretaciones y ante una historia que, sin ser nueva, eleva el listón del género que durante varios años ha estado huérfano de calidad.
Debemos apreciar el buen hacer de directores como este, sabio del cine, cuyo pulso no tiembla a la hora de acometer proyectos de gran envergadura y que en «Prometheus» adapta lo mejor de las nuevas tecnologías con el trabajo artesanal de siempre sin que el visionado se resienta.
Si la segunda entrega está a la altura, podremos estar satisfechos de este nuevo regalo de Ridley Scott.

Por Javier Gómez

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