Hablar de Belfast en los años 70 es hablar de una ciudad en estado de sitio por culpa del terrorismo que, por aquel entonces, no vislumbraba solución. En ese contexto, En el nombre del padre (In The Name of the Father, 1993) trata uno de los episodios más oscuros de esta época: un cobarde atentado en una taberna repleta de personas y una investigación chapucera y desesperada más interesada en encerrar a alguien que en encontrar a los verdaderos culpables.
Giuseppe (Pete Postlethwaite) no se cree el éxito repentino de su hijo Gerry (Daniel Day-Lewis). Sinceramente, conociéndolo un poco, no se lo creería nadie. Sus sospechas se confirman cuando una tropa formada por miembros del ejército británico y de la Gendarmería Real del Ulster, asaltan abruptamente su casa para detener a Gerry. A pesar de todo, Giuseppe confía en la inocencia de su hijo: “es un buen chico”.
Pruebas falsas, declaraciones obtenidas mediante chantajes e intimidaciones y todo tipo de manipulaciones para terminar con Gerry y sus tres amigos (los cuatro de Gilford), su padre Giuseppe y hasta la tía Ann. Todos acusados de terrorismo y condenados a pasar buena parte de lo que les queda de vida en prisión.
En el nombre del padre fue la segunda colaboración entre Jim Sheridan y Daniel Day-Lewis. La primera ocasión, Mi pie izquierdo (My Left Food, 1989), le valió todo tipo de premios a Lewis además de un primer Oscar a la mejor interpretación masculina (tiene tres, más que nadie). El film que nos ocupa obtuvo siete nominaciones sin premio, pero en cambio ganó el Oso de Oro en Berlín en el año 94. El cine crítico con el sistema funciona mucho mejor en festivales.

En el nombre del padre fue estrenada en 1993 con el problema del terrorismo aún presente, lo que se suma al riesgo del argumento en sí. Se trata de una película dura, que retrata a un gobierno en una época complicada: todo lo que ocurre en ella, por increíble que parezca, ocurrió realmente. Lo critica todo, a unos y a otros, y se vale de unas excelentes actuaciones encabezadas por un enorme Daniel Day-Lewis que ya daba muestras de las cotas que alcanzaría su capacidad interpretativa. Para cada plano suyo, cada escena, se convierte en Gerard Conlon, mostrando exactamente lo que Sheridan pretende transmitir; el actor irlandés se sumerge en el personaje de forma casi mimética. Al igual que Postlethwaite, cuya interpretación le valió la única nominación al Oscar de su carrera.
Gerry abandonó el juzgado por la puerta principal, como un hombre libre, y prometió seguir buscando justicia, justicia en el nombre de su padre.
