Críticas

Mucho Ruido y Pocas Nueces: Acercando los clásicos por amor al arte

Representar a Shakespeare siempre es un deleite para los artistas. Pero versionarlo es ya otro cantar, algo que unos pocos se atreven, como el esmerado Kenneth Branagh o el exorbitante Baz Luhrmann; incluso el año pasado los hermanos Taviani sorprendían con el insólito montaje de César debe morir. Ahora le toca a Joss Whedon hacer lo propio.

Este cineasta, experto en producciones superlativas como Los Vengadores, en un descanso de guiones e historias como La cabaña del bosque, no versiona, y eso que el fundamento de «Much ado about nothing» bien podría servir para rehacer una comedia romántica más que admisible. Sin embargo, lo que hacen los intérpretes aquí es recitar prácticamente el texto original sin saltarse una sola coma. Pero los personajes no portan ropajes de antaño ni están en villas italianas. Son americanos acomodados (que mantienen los títulos nobiliarios de la original), y la trama transcurre en una mansión. Y todo en blanco y negro, que embellece más los discretos planos secuencia.

Whedon quería probar más allá de la factoría Marvel y acercarse al otro público: ese que no va a las salas para engullir palomitas y otorgarse orgasmos a golpe de efectos especiales. Ahora se dirige a un sector más instruido y se deja llevar por la mordacidad de la obra original, y permite que sus actores, amigos suyos todos, se explayen con el mismo. No son estrellas de primera línea pero sí grandes intérpretes que con la pulcra fotografía suman elegancia al sustancioso texto. El dramaturgo inglés mezcló ternura e ironía a partes iguales, y plasmarlo una vez más en el celuloide, teniendo el referente de la estupenda versión de Branagh, no era tarea fácil.

Los actores, rostros dignos de una sitcom de calidad –casi todos se han curtido en series o han coincidido con el realizador en trabajos anteriores-, elaboran una tragicomedia fresca interpretando sus respectivos roles: los enamorados, el incrédulo, el hermanastro vengativo, la protectora,… todo entoldado bajo la sempiterna lucha de sexos.

Esta es una obra para amantes del teatro y de las tramas vivaces; posee ciertas tesituras que trasladadas a la época actual chirrían. Pero esto no le desfavorece, sino que ese halo ficticio que se crea incrementa el carisma de la cinta. Es un proyecto que se sigue con soltura, bien sea por los monólogos de Benedick (Alexis Denisof), por la refinada puesta en escena, o por la confinidad que exhala el reparto.

El director tiró de amigos para este rodaje, realizado en un descanso de la postproducción de la aventura de los superhéroes. En vez de dedicar esos doce días de vacaciones a pasarlos improductivamente, él optó por versionar un clásico. Y cuando los proyectos se hacen sin estrés, entre amigos y con ganas de pasarlo bien, los frutos son siempre positivos.

Porque cuando se quiere inventar y /o experimentar hay temor a lo que puedan salir. Whedon ha salido bien parado y expresa más que con los presupuestos desorbitados a los que está habituado. No es una cinta para todos los públicos, pero seguramente si Shakespeare viviera hoy, le daría el visto bueno.

Lo Mejor: La novedad y la frescura.
Lo Peor: La singularidad puede jugar en su contra.

Por María Aller

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