“No, no rodamos la película en dos horas”. Así contestaba Mendes cuando le preguntaban por 1917 (2019) y su sorprendente e interminable plano secuencia. La historia que le contó su abuelo y que ha llevado al cine ha recibido una excelente acogida a nivel internacional, no en vano, se ha colado entre las mejores películas bélicas de todos los tiempos. Sin embargo, y a pesar de su excelente cosecha en la temporada de premios, finalmente se ha visto superada por la coreana Parasitos (Gisaengchung, 2019) de Bong Joon-ho en la reciente edición de los Oscar.
Sam Mendes nació en Reading, UK, en 1965. Hijo de una novelista y de un profesor universitario, estudió en Cambridge y formó parte de su club de teatro, The Marlow Society, donde se inició en la dirección de obras de teatro. Posteriormente formó parte de la Royal Shakespeare Company y dirigió obras en el Royal National Theatre, los dos lugares más destacados de artes escénicas del Reino Unido junto con la Royal Opera House.
En la década de los 90, hasta su debut en la gran pantalla, se dedicó al teatro, dando el salto a Brodway en 1993. En esta época ganó varios premios teatrales por su dirección, entre ellos tres premios Olivier y un Tony, considerado el Oscar de Brodway. Durante esta época conoció a Judy Dench, y coincidió con Jonathan Pryce en la obra de teatro Oliver!.
En 1999, finalmente, realiza su primera película: la extraordinaria American Beauty (1999); el autor de su guion, Alan Ball, lo escribió diez años atrás concebido como una obra de teatro inspirado en el escándalo de Amy Fisher (un oscuro caso de infidelidades). La productora Dreamworks, de Steven Spielberg, eligió a Mendes para dirigirla gracias a sus éxitos en Broadway.
El film aborda la vida de una familia norteamericana en un vecindario cualquiera; Lester Burngam (Kevin Spacey) y Carolyn Burnham (Annette Bening) forman junto con su hija Jane (Thora Birch) una familia que no resiste un análisis profundo. De este análisis individual parte Mendes para retratar a una sociedad que tampoco resiste dicho análisis a pesar de vivir el deseado sueño americano. Desde sus vecinos, con el excelente y nominado al Oscar Wes Bentley, a sus trabajos, Mendes nos muestra una realidad que nada tiene que ver con lo aparente y supone una dura crítica a la sociedad.
Contó con Thomas Newman como encargado de la banda sonora, quien lo acompañaría el resto de su carrera. Ganó prácticamente todos los premios a los que fue nominada, destacando el Óscar a la mejor película, guion (Alan Ball), fotografía (Conrad Hall) y actor (Kevin Spacey); por supuesto, Sam Mendes también se alzó con el premio al mejor director gracias a su ópera prima, convirtiéndose en el sexto en conseguirlo tras cineastas de la talla de Robert Redford o Kevin Costner; eso sí, estos con una trayectoria en Hollywood -como actores- mucho mayor.
Sus dos siguientes películas, Camino a la perdición (Road to Perdition, 2002) y Jarhead (2005) -esta última ya bajo el amparo de su propia productora, Neal Street Prductions– tuvieron acogidas muy diferentes. La primera destaca por una excelente fotografía responsabilidad, de nuevo, de Conrad Hall, quien recibiría el premio de la academia a título póstumo (falleció en 2003); contó con un gran elenco formado por Tom Hanks, Jude Law, Daniel Craig (con el que más tarde coincidiría en las dos últimas producciones de James Bond hasta la fecha) y un excelente Paul Newman en uno de sus últimos grandes papeles y por el que fue nominado a mejor actor de reparto por última vez en su carrera.
La segunda estaba basada en las memorias del marine Anthony Swofford. Contaba con la participación de un Jake Gyllenhaal que venía de protagonizar, junto al malogrado Heath Ledger, la aclamada Brokeback Mountain (2005); y se centraba en los desafíos psicológicos que supone para los soldados americanos una guerra en un lugar tan hostil como el Golfo Pérsico.
Tres años después, y siempre alternando con el teatro, dirigió el drama Revolutionary Road (2008). Leonardo Di Caprio y Kate Winslet compartían reparto de nuevo después de Titanic (1997) ya convertidos en estrellas; y con la siempre solvente Kathy Bates de nuevo completando el elenco. En Revolutionary Road asistimos al despedazamiento paulatino de una pareja que ni siquiera el recuerdo de tiempos mejores alivia el vacío existencial de sus vidas. Como en American Beauty, Mendes nos muestra el declive de unos personajes desde una perspectiva mucho más íntima. Valiéndose nuevamente de unas excelentes interpretaciones, vemos como la sociedad solo los entiende en sus miserias y el «loco no tan loco» (Michael Shannon), es el único que comprende sus soluciones para escapar de la rutina que apaga sus vidas.
A pesar de sus orígenes, Mendes no cae en el uso de recursos teatrales para filmar escenas que podrían representarse en un escenario; utiliza la cámara de manera inteligente diseccionando a los actores y exprimiendo sus sentimientos de forma que expresan exactamente lo que se pretende. Por su parte, de nuevo Thomas Newman se encargó de una música que nos recuerda ligeramente a la partitura de American Beauty. Destaca la fotografía a cargo de Roger Deakins, con quien inició andadura en Jarhead hasta completar un total de cuatro colaboraciones con Skyfall (2012) y 1917 (2019).
En 2010, año en que se anunció su colaboración con EON Production para dirigir la película número 23 de la saga Bond, co-produjo un aclamado documental sobre la influencia del criquet en Afganistan llamado Out of the Ashes.
Skyfall (2012) supuso el salto de Mendes al cine de acción. Después del giro en las películas del agente 007 iniciado con Casino Royale (2006), en Skyfall vemos como Mendes se adapta a este nuevo Bond de Daniel Craig, profundizando en los orígenes del personaje, y mostrándonos un Bond más vulnerable y solitario que nunca. De ritmo trepidante, cuenta con un excelente villano, Raoul Silva (Javier Bardem) así como la última interpretación de Judy Dench como “M”.
En 2015, y tras innumerables rumores que presagiaban lo contrario, Mendes se pone de nuevo tras las cámaras para dirigir la última película de Bond hasta la fecha, Spectre (2015). Por primera vez desde Octopussy (1983) el mismo cineasta dirige dos veces seguidas un film de Bond. En esta ocasión, y con más libertad para Mendes, la película inicia con un excelente plano secuencia cargado de intensidad y acción en la Ciudad de México, que ya apuntaba su depurada capacidad con esta técnica.
Y así llegamos a su última obra. En 1917 (2019) asistimos a las desventuras de dos soldados ingleses, los cabos Tom Blake y Will Schofield interpretados por Dean-Charles Chapman y George MacKay respectivamente, en plena Primera Guerra Mundial y que, como nos decía Mendes al principio, no se rodó en dos horas. El plano secuencia ha supuesto siempre un recurso técnico de indescriptible belleza; desde Orson Wells o Alfred Hitchcook, hasta Tarantino, Iñarritu o Cuaron, pasando por Stanley Kubrick o Martin Scorsese, todos han recurrido en algún momento a esta técnica, eso sí, siempre por tiempo limitado y para llamar la atención del espectador a raíz de un hecho concreto.

En 1917 el argumento recuerda ligeramente a Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998) y la historia se ve ligeramente relegada por lo novedoso del infinito plano secuencia que, por momentos, se pierde en su propósito. Aun así, en los momentos críticos, no deja de resaltar el sufrimiento de los personajes y las penurias que les ocurren durante su periplo.
Finalmente, no obtuvo ningún premio principal en los Oscar; mejor sonido, efectos visuales y fotografía fue su cosecha. Esta última a cargo de Roger Deakins, que consiguió su primera estatuilla por Blade Runner 2049 (2017), después de catorce nominaciones. Si triunfó en los Globos de Oro, donde tanto la película como Mendes ganaron en sus respectivas categorías.
