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Críticas

Lejos de los hombres : un western existencial made in Africa

Argelia, 1 de noviembre de 1954. Las primeras luces de la mañana anuncian el inicio de una revolución histórica y clave en la historia del norte de África y por añadidura, del Mediterráneo. Justo al día siguiente, en el lugar más recóndito del Atlas, Daru (Viggo Mortensen), un profesor francés solitario que vive como un ermitaño, da clases exclusivamente a niños autóctonos. La policía le pide escoltar a Mohamed (Reda Kateb), acusado de asesinar a su primo, a un pueblo para ser juzgado. Los dos hombres se embarcan en una travesía donde se verán perseguidos tanto por mujahidines como por colonos, tendrán que luchar para salvar su vida.

El segundo largometraje del guionista y director francés, David Oelhoffen (Reencuentro) está basado en El invitado, uno de los relatos de la colección El Reino y el exilio (1958) del escritor mundialmente renombrado, Albert Camus. El realizador se toma la libertad de ampliar la historia y añadir elementos nuevos.

Los dos protagonistas representan el antagonismo cultural y político de la época, y a medida que avanzan, su personalidad se va afirmando para darse cuenta que, al fin y al cabo no son tan diferentes. Daru, al ser de descendencia andaluza, explica a su compañero que es “árabe para los franceses y francés para los norteafricanos”, de esta manera el director nos pone en evidencia los problemas racistas que padecieron los inmigrantes andaluces quienes fueron estigmatizados en ciertas regiones argelinas.

Tanto Viggo Mortensen (Una historia de violencia, Alatriste) como Reda Kateb (Un profeta, Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!) nos ofrecen una interpretación magistral, con una excepcional manera de desvelar cosas por una simple mirada. Mortensen nos sorprende una vez más con su fenomenal capacidad de implicación, y la facilidad con la que habla en francés y dialecto argelino y con un perfecto acento.

El paisaje también desempeña un papel fundamental en esta historia; un territorio desértico, árido, inhóspito y duro; una escuela en medio de la nada, representando a la perfección la soledad de Daru. Todo esto es maravillosamente bien descrito por Camus y plasmado en la gran pantalla a la perfección. Muchos elementos nos evocan el western clásico, y no es casualidad, ya que el propio director visualizó situaciones de películas del Oeste al leer el relato (Balducci iba a caballo, Mohamed iba atado con una soga justo detrás, al estilo Django).

© One World Films / Perceval Pictures

© One World Films / Perceval Pictures

Se nota también un gran trabajo de documentación por parte del director y guionista acerca de la historia y buen conocimiento de la obra de Camus lo cual da mucha credibilidad a la película, y además, como argelina, doy fe que el dialecto hablado en el filme es el que se utilizaba en los años 50.

En resumen, el director logra una clara conexión con Camus, cuya filosofía se ve reflejada en el personaje de Daru quien se ve desgarrado durante la Guerra argelina, lidiando con una situación extrema, incapaz de tomar partido. Es una película dotada de una gran humanidad y aporta numerosos puntos de reflexión sobre la complejidad de las relaciones humanas y las incomprensiones que generan. Un bonito homenaje a Camus, y a Argelia.

Lo mejor: la admirable actuación de Mortensen y de Kateb, y la sublime fotografía de Guillaume Deffontaines que magnifica el paisaje sobrecogedor del Atlas.

Lo peor: la lentitud de algunas escenas de la película.

Por Ibtissem Chikhaoui
@Maya_bcn

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