La sombra del pasado (Werk ohne Autor, 2018) es un guiño de la vida que desde el primer cuadro advierte que no será una película cualquiera. Si bien habla de la guerra y de sus implicaciones sociales, económicas y éticas, su apuesta va por otro lado y eso queda claro desde los primeros cinco minutos. La cinta no busca conmover ni mostrar los horrores que ya han sido expuestos; su propuesta es íntima, estética. Lo de afuera, el contexto, es el marco; lo verdadero, lo bello, está en la mirada que lo construye.
Esta es la historia de un artista, su búsqueda y su amor en tiempos de posguerra. En la sombra, el Professor Seeband, interpretado magistralmente por Sebastian Koch, quien a diferencia de lo que insinúa el título, siempre está siempre presente, al acecho, cuidando de manera férrea e inquebrantable el orden establecido. Un personaje frío capaz de despreciar todo lo que no encaje en su modelo mental, y aunque pareciera que tiene matices de humanidad, tras estas delgadas pinceladas se esconde la soberbia con la que decide el destino de los otros.
Esta es la gran sombra de la película, la cual termina siendo una alegoría de aquello que trata de contar. En algún momento puede ocurrir que el espectador piense que el clímax llegará cuando el profesor Seeband quede al descubierto y se ponga en evidencia ese punto de inflexión en común entre los protagonistas; sin embargo, la cinta va más allá de eso. Con una cinematografía a la altura de una película que aborda el mundo del arte y una banda sonora que completa el éxtasis, La sombra del pasado nos lleva a través de la búsqueda de la verdad, de eso que permanece en el tiempo y resulta difuso pero revelador.
En pocas palabras, da la sensación de que Florian Henckel von Donnersmarck, su director, se pasea con deleite por un gran lienzo que logra capturar, de manera brillante, imágenes emotivas y reflexivas en torno a las relaciones entre la política y el arte en la Alemania de mediados del siglo XX, para hablar de temas tan humanos como la vanidad, la democracia, la decadencia y el sentido de la libertad tras la catástrofe. Podría ser, por tanto, que la clave para disfrutar esta película esté en entender que lo verdadero se oculta en la mirada.
Lo mejor: Es una película sin sombra, un derroche de luz a nivel visual y narrativo.
Lo peor: Puede ser un poco larga, pero vale la pena.
