Una pareja británica, cansada de su vida en la ciudad, decide dejarlo todo y comenzar de nuevo en la campiña escocesa, vendiendo sus posesiones y comprando un viejo caserón. En su primera noche en el campo se verán acosados por unos enmascarados. Y esta es la premisa, mil veces vista, de Los intrusos (White Settlers) de Simeon Halligan, director inglés formado en la televisión y la publicidad. Al igual que en Splintered, su primera cinta, Los intrusos supone un acercamiento al cine de terror, aunque en esta ocasión utiliza como macguffin las tensiones políticas y sociales derivadas de la situación escocesa y británica. Y hasta aquí llega la supuesta originalidad de la película.
Se aprecian las referencias de films como Perros de paja de Sam Peckinpah o Eden Lake, el largo de James Watkins que en 2008 se alzó con el premio especial del jurado del Festival de Sitges, sin embargo. hay que tener talento para hacer sentir al espectador la tensión, la rabia y el pulso que mantienen estos dos eficaces ejemplos. Y es que, además de originalidad (la cinta está repleta de lugares comunes), a Los intrusos le falta la suficiente habilidad para hilvanar los momentos de terror y crear una atmósfera que transmita y provoque sensaciones en el espectador. Se dan momentos realmente vergonzantes, con unos villanos de pacotilla y unas supuestas victimas que sufren una persecución con la misma tensión y nervio que padecerían en el tren de la bruja. Por momentos, da la sensación de que a los protagonistas les gustaría ser alcanzados por esos acosadores con máscaras de cerdo (¿otra vez?). Tal vez lo que falta es ironía y sentido del humor para hacer algo realmente digno.
Incluso la fotografía y la iluminación le dan un empaque cutre o poco esforzado. Parece como si toda la función estuviese montada para mostrar ese desenlace ¿sorpresa? pensando que tenía entre manos una brillantísima idea; pues lo siento, no es así. No hay nada original y por lo que realmente merezca pagar el dinero de una entrada de cine para este despropósito.
Lo mejor: sin duda, su corta duración.
Lo peor: que alguien decida pagar una entrada para ver la película.
Por Javier Gadea
@javichul
