Varsovia, diciembre de 1945, la guerra ha terminado y la doctora de la Cruz Roja Mathilde Beaulieu (Lou De LaÂge) se encuentra realizando trabajos para repatriar a los heridos franceses. Todo cambiará cuando reciba a una monja de un monasterio cercano pidiéndole ayuda y descubra que la mayoría de las hermanas están embarazadas. Con esta premisa comienza Las inocentes de la directora luxemburguesa Anne Fontaine cuyo último trabajo había sido la comedia Primavera en Normandía (Gemma Bovery, 2014) con Gemma Arterton y el siempre brillante Fabrice Luchini. Aquí nos ofrece una obra diametralmente opuesta: un duro drama, áspero y seco como la historia que cuenta. Hay poco espacio para el color y la tibieza y sí para lo gélido y austero.
La directora nos habla de la utilización del sexo como arma y forma de dominación, algo que se ha repetido a lo largo de la historia, (Las inocentes está basada en hechos reales) desde la guerra de los Balcanes para para intentar borrar del mapa una raza o ejemplos tan execrables como los de Daesh o Boko Haram. Se convierte, pues, en una película necesaria para dar voz a esas mujeres sometidas una vez por la violencia y otra por la propia culpa. Porque hay mucha violencia en Las inocentes, una violencia callada y soterrada (viéndose sólo una escena violenta a lo largo del metraje), ejercida por el Ejército Rojo sobre las monjas con absoluta impunidad y desprecio, pisoteando las creencias de las hermanas y utilizándolas a su antojo como meros objetos. Para mayor controversia la humillación viene de sus supuestos salvadores, los que las iban a liberar del peligro nazi. Pero hay más violencia en el film, la ejercida por la Madre abadesa, violencia silenciosa manejada desde la vergüenza, el silencio y el dolor que sufren las inocentes que, en muchos casos, son prácticamente niñas. Un dolor y una culpa que ha tenido que sufrir la mujer a lo largo de la historia, por lo que la cinta se convierte en una película necesaria para poder dar voz a esas inocentes oprimidas, ya sea en la Varsovia del 45, en Oriente Medio o a la vuelta de la esquina.
Es un film difícil e incómodo apoyado en una fotografía austera y una iluminación simplista que infiere a la cinta ese aspecto real y poco dado al efectismo, con una banda sonora casi ausente que crea la necesaria atmosfera de silencio, frialdad y soledad. En cuanto a las localizaciones, las elecciones no hacen más que subrayar el ambiente tan duro y complicado de una Polonia invernal y desangelada. El personaje de la doctora y el conflicto con la madre superiora podría tener algún paralelismo con Agnes de dios (Agnes of God) la película que dirigió Norman Jewison en 1985 y que protagonizasen Jane Fonda y Anne Bancroft. Las inocentes, que tras su paso por el festival de Sundance consiguió el premio Fipresci en Valladolid. nos prepara para lo que nos va a mostrar: dos horas de dura, cruda y fría realidad.
Lo mejor: cuenta una historia muchas veces olvidada.
Lo peor: lo áspero del conjunto puede hacer de ella una película realmente incómoda.