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El Templo Maldito: 30 años arrancando corazones

Indi, Indiana, Dr. Jones, Henry Jones Jr….Es curioso como un actor que estuvo a punto de ser el carpintero de todo Hollywood (y según él mismo dice, tendría más dinero y menos quebraderos de cabeza) es el rostro de dos de los personajes más reconocibles de la historia del cine. De Han Solo hablaremos otro día, hoy toca la silueta más reconocible de la gran pantalla, la que proyecta Harrison Ford con sombrero, bombardera, y látigo: Indiana Jones.

Se cumplen 30 años del estreno de la segunda película basada en el arqueologo más famoso de todos los tiempos, con permiso de Schliemann, «Indiana Jones y el Templo maldito«. El furor provocado por «En busca del Arca perdida» (estrenada tres años antes) y el nacimiento de una nueva estrella, llevo precipitadamente a Spielberg y Lucas (director y productor, y ambos creadores de la franquicia) a explotar el lado más, digamos espiritual y enigmático de la historia del Lejano Oriente. Aquel que en nuestro imaginario aparece en forma de turbantes, piedras preciosas y enigmáticas danzarinas tipo Mata Hari.



Repitiendo la estructura del exitazo que fue la primera entrega, Spielberg trató de hacer una película más oscura, en la que el héroe mostrara sus debilidades más allá de la fobia por los reptiles. La acción comienza en Shangai, donde Jones trata, como siempre, de recuperar aquello que otros le roban. Con una secuencia inicial, más pretenciosa que mítica, conocemos a los que serán sus amigos en esta nueva aventura: la bailarina Willie Scott (Kate Capshaw), una voluptuosa niña bien, protegida por los caciques locales, y con más personalidad que la nieta de un brigadista, y el pequeño Tapón (Jonathan Ke Quan), un espabilado niño chino, que unos años más tarde compondrá a uno de los personajes más recordados de los Goonies, Data.

Una serie de traiciones y accidentes llevan a los protagonistas a un poblado perdido en la remota India. Aquí es donde de verdad empieza la acción.

Si en «En busca del Arca perdida» los enemigos son los nazis (y bien que se nota cuando los malos son de verdad), en este caso son los seguidores de un viejo rito por el que el sacrificio humano era más común que el sudor en una clase de spinning. Una de las escenas más recordadas es cuando el culto a Kalima es ofrecido en forma de magia negra, y un sacerdote con más peligro que Paco Porras en un vivero de Almería. Algunos nos preguntamos porqué este hombre no se dedicó a sanar a los estreñidos:

Pero la escena que más fama dio a la película es la pantagruelica cena a base de «productos de la Tierra», con el que el infante majarajá agasaja a sus invitados. Nos preguntamos si la serpiente con sorpresa o el sorbete de sesos de mono pasarían el corte de Chicote.
El caso es que el producto es fallido. Quizá la lejanía de la cultura oriental, unido a que nunca nos queda claro si la historia de las piedras Shankara es real o inventada por los guionistas, más una acción mucho menos vistosa y kitsch que su antecesora, hicieron que este plato dejase con hambre a los seguidores más acérrimos de las vivencias de Indy.
Hay que destacar que el personaje de Kate Capshaw (para saber más de cómo el soso y casi misógino Steven Spielberg se ligó a la susodicha, abrid el Cuore, que esto es un blog de cine) es el contrapunto femenino más celebrado de todos los filmes del doctor Jones. Sexy a rabiar, y con algunas de las mejores escenas de humor de las cuatro películas, siempre nos hemos quedado con las ganas de saber qué fue de la bella, pija y valiente Willie. Y es que a alguien capaz de aguantar un dialogo como este no habría que perderle la pista.



Cinco años después, y con la lección aprendida, Spielberg vuelve a enfrentar a Indy a sus más odiados enemigos (los nazis y su admiración por lo esotérico) en «La última cruzada« , la que debía de haber sido el broche final a una brillante e histórica saga de películas. Ay, pero la codicia y el poder que acabó con el templo de Pankot, lo hizo también con el genio de los creadores, que prefirieron rodar «El reino de la calavera de cristal«  por el vil metal, antes que respetar el espíritu del arqueólogo que todos quisimos ser de niños: Indiana Jones.



Por J.M.C.
@Jatovader
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