Inevitablemente cualquier producción de temática medieval que llegue después del baile de dragones y Khaleesis será comparada con la saga creada por George RR. Martin, incluso cuando ésta solo comparta las espadas y las intrigas con aquella oscura época. Amazon Prime Video estrena su primera producción española llevando a la pantalla el monomito del héroe por antonomasia, Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, una figura histórica indiscutible, sublimada por los cantares, y denostada por servir de inspiración para la propaganda franquista.
Alejada del preciosismo de la película rodada por Anthony Mann sobre el mismo tema (El Cid, 1961), con Charlton Heston ejerciendo del Campeador, y a Sofía Loren de doña Jimena, la serie recorrerá el periplo vital del Cid, desde su adolescencia como escudero del futuro rey Sancho, hasta su muerte y victoria en Valencia, pasando por su destierro. En esta primera parte que ahora se estrena, veremos al joven Rodrigo ir escalando en la corte, gracias a su coraje y a su inconformismo un tanto chulesco, lo que le creará fuertes lazos con el poder, y un sinfín de enemigos que a la postre manejarán su destino.
Con una dirección centrada en los aspectos épicos de su biografía, es obligatoria la comparación con las grandes superproducciones de las últimas décadas, con planos calcados de Braveheart (1995) o de la propia Juego de Tronos, (Game of Thrones, 2011) pero sin el calado emocional de la primera, ni la exquisita escritura de guion de la segunda. Nada está fuera de lugar, y se nota que Amazon no ha reparado en gastos a la hora de diseñar la Castilla del siglo XI, y sin embargo todo suena a visto y oído con anterioridad, pero en castellano. Es decir, que en las justas y combates a espada, parece que en el duelo se bate Rafa Nadal, con momentos en los que uno espera escuchar un “¡Vamos, Ruy, vamos!” animando al escudero. Tampoco ayudan algunas líneas de diálogo sonrojantes, que desaprovechan una fuente de inspiración tan rica como las tramas de filiación y traición que se dieron durante la Reconquista.
Sin embargo hay que reconocer que en las batallas, esas escenas que hacen de este tipo de géneros algo imperecedero, los directores de arte y los regidores han dado lo mejor de sí mismos, y podemos entretenernos viendo cargas a caballo o combates de mandoble rodados con una escrupulosa calidad, más allá de su fidelidad histórica, cuyo juicio dejamos a los especialistas.

En cuanto al reparto, Jaime Lorente no desentona, si bien su registro actoral no dista mucho del que ya exhibió en La casa de papel (2017). No ayuda su caracterización, demasiado deudora de la imagen de Jon Snow, cuando todos sabemos que el verdadero Cid debía ser algo así. El resto del reparto parece que está elegido más por su físico que por su dicción, aunque el hecho de que los diálogos no sean muy brillantes no ayuda a su lucimiento. Los reyes son muy regios, comen mucho y follan aún más, una costumbre que parece no cambiar con el paso de los siglos. A destacar el papel de Alicia Sanz como doña Urraca, cuya ambigüedad es un oasis entre tanto lugar común sensacionalista.
Una serie interesante, que sobre todo hará disfrutar a los amantes del cine épico de poco calado, pero que deja, por el momento (esta es solo la primera temporada, y aunque no se ha señalado aún su duración, todo apunta a que serán tres), la impresión de que se puede hacer un relato mejor del tema que se está tratando.
