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2018: 12 Bandas sonoras

Disobedience (Matthew Herbert)

Sin lugar a dudas, una de las bandas sonoras más sutiles y delicadas del año. Artista alejado hasta hace poco del mundo del cine, Herbert dio muestra de sus interesantes conclusiones sonoras componiendo la música de la última ganadora del Oscar como Mejor película de habla no inglesa: Una mujer fantástica (2017). Sin embargo, Disobedience deja atrás aquel trabajo para que el compositor suba enteros y se confirme como uno de los artistas a los que seguir de cerca. Así, como mecidas por un leve viento, las notas de la más que interesante Disobedience se deslizan a través de cada una de sus secuencias y, sin dejar lugar a las manipuladoras fanfarrias que otras producciones romántico-sociales demandan, logran introducirse en la mente de un espectador entregado a las bondades de este cine minimalista. En total consonancia con el tono del largometraje, Herbert hace una lectura perfecta para fabricar sonidos que, aunque aparentemente quebradizos, esconden una gran épica entre sus notas. El tema Goodbye aúna todas estas virtudes.

Hereditary (Colin Stetson)

Como el insoportable zumbido de un enjambre de abejas que está a punto de atacar, Colin Stetson construye un muro de sonido que se convierte en leit motiv de la atmosférica banda sonora de Hereditary. La película, una de las sensaciones del año, apoya sus inquietantes imágenes con esta partitura de sonidos extraños y acordes poco usuales responsabilidad del no muy conocido Stetson que, sin embargo, atesora un buen puñado de trabajos en televisión, lo que le ha dado el bagaje suficiente como para desarrollar una personalidad musical de lo más interesante. Posiblemente influenciado por otros artistas como Jonny Greenwood o GAS, Stetson se luce en el terrorífico film con temas como Aftermath, cuyas melodías, anárquicas y enrarecidas, parecen prever el «tren de la bruja» que está por venir.

Cold War (varios artistas)

A la altura de la belleza implícita en el nuevo film de Paweł Pawlikowski (Ida) están todos y cada uno de los temas de su extensa banda sonora. Lo mejor de todo es que, según avanza el metraje de la película, la música se adapta a los cambios temporales de su poético guion. De esta forma, canciones tradicionales como Dwa serduszka, cantada por Mazowsze, u Oj Dana, Dana, de Chór Dana, se dan la mano con artistas universales como Miles Davis, que aquí hace presencia con Love For Sale, o Nina Simone y su I Loves You Porgy. Difícil resistirse, por tanto, a esta colección de músicas de la Europa del Este, temas de mitos del blues y el jazz como Bill Haley o Ella Fitzgerald, o la magnificencia de clásicos como Johann Sebastian Bach. Para todos hay lugar en esta fábula romántica ganadora del premio a Mejor película europea del año.

First Man (Justin Hurwitz)

El californiano Justin Hurwitz, de 33 años, confirma que su trabajo en La ciudad de las estrellas (La La Land, 2017) no fue fruto de la casualidad. Su capacidad para homenajear al musical clásico en la película de Damien Chazelle le dio el crédito suficiente -y un Oscar- para responsabilizarse de la banda sonora de First Man, tercera película de Chazelle y nueva incursión del cine en la llegada del hombre a la luna. Con ese margen de confianza, Hurwitz logra dar a luz una colección de melodías heterogéneas y composición equilibrada que, en un primer contacto con la película, pueden pasar desapercibidas. Después, sin las imágenes, la partitura cobra aún más vida y muestra todo el potencial que atesora. Prueba de sus contundentes y a la vez hermosos sonidos son Multi-Axis Trainer, tenso tema apoyado en la efectividad que supone repetir una y otra vez los mismos acordes para musicalizar un proceso igual de reiterativo, o Docking Waltz, el evidente (y bello) homenaje sonoro de Chazelle a 2001… de Kubrick.

Animales sin collar (Pablo Trujillo y Vanessa Garde)

Las intenciones del director Jota Linares de darle a la música de su película «una función narrativa que no eclipsara la historia» la entendieron a la perfección Pablo Trujillo y Vanessa Garde, responsables de la fenomenal banda sonora de Animales sin collar (2018). A través de una orquesta clásica formada por instrumentos mayoritariamente de cuerda (violines y chelos), los dos músicos parecen haber creado su partitura influenciados por las creaciones de los veteranos Eva Gancedo en Lágrimas negras (1999) o Lucio Godoy en El lápiz del carpintero (2003), sin duda dos referentes de la música para el cine en España que podrían marcar la senda de Trujillo y Garde tras su inspiradísimo trabajo para el film de Linares.

Han Solo (John Powell)

Posiblemente, el mejor trabajo musical de la nueva era Star Wars. Y sí, puede parecer mucho decir, pero lo cierto es que ni el legendario John Williams, al que ya le cuesta «parir» una banda sonora con la calidad de antaño, o Michael Giacchino, responsable de las partituras de las nuevas entregas, han estado a la altura de los trabajos primigenios. Finalmente, el experimentado John Powell, conocido por su fabuloso trabajo en Cómo entrenar a tu dragón (How to Train Your Dragon, 2010), se puso a los mandos de este nuevo -y fallido- spin off, para, por fin, darle algo más de personalidad a las melodías del inagotable universo creado por George Lucas. Lo mejor de todo es que Powell no se ha dejado obnubilar por el encargo y ha conseguido que sus señas de identidad (orquesta con gran presencia de instrumentos de percusión) prevalezcan a pesar del inevitable y siempre presente homenaje al maestro Williams, componiendo temas capaces de hacer compatibles ambos estilos.

Leto (varios artistas)

Psycho Killer, de Talking Heads, da comienzo a esta atípica banda sonora llena de temas tan icónicos como Perfect Day de Lou Reed o Ashes to Ashes, del eterno David Bowie. Junto a sus figuras -y sus canciones- complementa el soundtrack el famoso grupo ruso Kиho, que significa «cine» y que tuvo su momento álgido en la época de Gorbachov y la Perestroika. Al igual que el nombre de la banda soviética, mucho cine es, también, lo que tiene Leto, una original película a la altura de su genial -y alocada- banda sonora.

María Magdalena (Jóhann Jóhannsson)

A pesar de su fallecimiento, hace ya casi un año, el compositor islandés Jóhann Jóhannsson tenía pendiente estrenar tres películas donde había trabajado en su banda sonora: Mandy, Un océano entre nosotros (The Mercy, 2018) y María Magdalena (Mary Magdalene, 2018), lo que resulta harto significativo. El artista vivía un momento dulce, pero una sobredosis de cocaína y medicamentos se llevó definitivamente al inspiradísimo músico de Reikiavik, que ya pertenecía a la clase alta del gremio cinematográfico. Acompañado de la violonchelista islandesa de formación clásica Hildur Guðnadóttir, Jóhannsson se vuelve más etéreo que nunca -y, por tanto, se acerca a sus trabajos fuera del cine- para conformar una serie de temas de armonías frágiles y sonidos funerarios y solemnes que en ocasiones complementan coros de voces. En definitiva, una banda sonora que requerirá más de un escuchado para que sus melodías, gestadas a fuego lento, produzcan el efecto cautivador tan propio de las habilidades del desaparecido músico.

La forma del agua (Alexandre Desplat)

Guillermo del Toro tuvo uno de sus mejores aliados en la figura -omnipresente- del músico francés Alexandre Desplat, ganador del Oscar por El Gran Hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel, 2014) y, en una segunda ocasión, por este trabajo de orfebrería musical que es La forma del agua (The Shape of Water, 2017). A pesar de su fascinante versatilidad, Desplat sigue la estela de sus propios trabajos en El curioso caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button, 2008) o Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel (Coco avant Chanel, 2009) para darle forma a la partitura de este cuento sobre el amor entre los que son diferentes. Precisamente, son los temas compuestos por Desplat los que llevan entre sus brazos una película necesitada de esas dulces armonías para transmitir su espíritu quimérico, siendo esta conjunción un matrimonio de lo más exitoso. Desplat se luce con temas como Elisa’s Theme o Underwater Kiss, melodías afrancesadas en las que el músico se recrea mientras confirma que es, con mucha probabilidad, el mejor artista actual del gremio cinematográfico.

Climax (varios artistas)

Gaspar Noe vuelve al poner patas arriba el patio de butacas con su desafiante nueva propuesta: Climax apela a los sentidos y, de vez en cuando, a los instintos más primarios. De esta manera, su espectacular banda sonora es el personaje clave de una película que lo arriesga todo al ritmo de la música. Tanto es así que su mejor secuencia es una imponente coreografía acompañada por Supernatural (versión instrumental), de Marc Cerrone, influente productor italiano eclipsado en las décadas de los 70 y 80 por el talento de Giorgio Moroder. Además, sonidos para explotar cabezas como Dickmatized, de Kiddy Smile, o Sangría, de Thomas Bangalter, se las apañan para convivir con otros temas radicalmente diferentes como Born To Be Alive, de Patrick Hernadez o una de las mejores pistas del soundtrack: Trois Gymnopedies, de Gary Numan, que acompaña los primeros planos de la psicodélica película de Noe.

El hilo invisible (Johnny Greenwood)

Greenwood demuestra que no tiene límites con, posiblemente, la mejor banda sonora de su carrera. El director Paul Thomas Anderson vuelve a dejar al artista de Radiohead el terreno abonado para cultivar algunas de las notas más hermosas de la temporada cinematográfica y, como era de esperar, Greenwood no desaprovecha la oportunidad. House of Woodcock, quizá el tema con influencias más clásicas y algunas referencias a Bernard Herrmann (Vértigo, Taxi Driver), o Sandalwood I, que funciona como recordatorio de los característicos acordes compuestos por el propio artista para Pozos de ambición (There Will Be Blood, 2007) o The Master (2012), demuestran el fenomenal estado de forma de Greenwood que, en El hilo invisible (The Phantom Thread, 2017), logra una fascinante armonía entre todas sus creaciones.

El reino (Olivier Arson)

Ni Rodrigo Sorogoyen (director) ni Olivier Arson (compositor) se lo piensan dos veces a la hora de ponerle música a El reino (2018), crónica sobre la corrupción política que transcurre al ritmo electrónico de las notas de Arson. Tan frenética como la carrera contra el reloj de los personajes, la banda sonora marca el tempo imparable de un film furioso mientras hace atisbar el abismo hacia el que se dirigen esa pandilla de mandamases con el agua al cuello. El compositor parisino, que ya demostró su atrevimiento en Que Dios nos perdone (2016), no da respiro a base de compases propios de la música House o el Techno en la línea de bandas sonoras como la de La red social (The Social Network, 2010), de Trent Reznor y Atticus Ross o la de Steve Jobs (2015), de Daniel Pemberton. Y funciona… vaya si funciona.

Por Javier G. Godoy
@blogredrum 
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