Mujercitas (Alexandre Desplat)
Era imposible imaginar la nueva versión del clásico escrito por Louisa May Alcott sin un compositor detrás como Desplat, posiblemente y junto a nombres como el de Dario Marianelli o Jan A.P. Kaczmarek, el músico actual con más talento a la hora de construir partituras clásicas para el cine. De esta forma, el francés da a luz una colección de hermosísimas melodías -preciosos The Beach o Christmas Morning– en la línea de trabajos anteriores como La defensa Luzhin (The Luzhin Defence, 2001) o La luz entre los océanos (The Light Between Oceans, 2016). Eso sí, lejos del exceso sentimentaloide, Desplat introduce momentos de gran energía que demuestran la fuerza y versatilidad de uno de los mejores compositores de la década.
Chernobyl (Hildur Guðnadóttir)
La islandesa Hildur Guðnadóttir, que ya había dado algún pasito colaborando con Jóhann Jóhannsson en Hollywood (María Magdalena), ha confirmado durante este 2019 que sus días de aprendiz acabaron para dar paso a una madurez espectacular. La violoncelista de Reikiavik se ha consagrado no solo en el cine, sino también en televisión a través de la aclamada Chernobyl, serie para la que compone una música tenue y sombría que parece casi no existir. Nada más lejos de la realidad, pues los sonidos cavernosos de Guðnadóttir penetran en la cabeza como el propio veneno nuclear.
Demasiado viejo para morir joven (Cliff Martínez)
Enésima colaboración entre el director danés Nicolas Winding Refn y Martínez que se marca otro ejercicio de estilo. Como ya hiciese en Drive (2011) o en The Neon Demon (2016), el compositor se apoya en sonidos electrónicos que huelen a vanguardia y a locales nocturnos de última generación. Además, se incluyen en el soundtrack temas de Julian Winding como Summassault o de Goldfrapp, como Ooh La La. Todo invita a bailar… y a morir.
La luz de mi vida (Daniel Hart)
Daniel Hart es otro de los nuevos valores que se han dado a conocer a través del cine independiente norteamericano. El director David Lowery, inteligente y oportuno, supo dar en el clavo al elegir a Hart para componer la banda sonora de A Ghost Story (2017), film que protagonizó Casey Affleck. Ahora, el mismo Affleck, ha dirigido una historia sobre la redención (propia, seguramente) llamada La luz de mi vida (Light of My Life, 2019) cuyas notas también son responsabilidad de un delicadísimo Daniel Hart, capaz de hipnotizar al que escucha a través de una serie de temas nostálgicos y más bien minimalistas en la línea de la narrativa del film.
Midsommar (Bobby Krlic)
Bobby Krlic ha recogido el testigo de Colin Stetson (Hereditary) para encargarse de la música de Midsommar, un descenso a la locura que requería una banda sonora a la altura de la vorágine. Ari Aster, director de ambos trabajos, tenía claro que Stetson había marcado la línea a seguir. El acierto, sin duda, ha sido absoluto, pues Krlic compone una lista con potentes tracks de acordes enfermizos y sonidos atmosféricos que transitan entre lo narcótico y lo tentador. Acordes que parecen gritar «Ve hacia la luz, Carol Anne», pasados por el filtro de la mesa de mezclas del nuevo horror independiente.
Adiós (Zeltia Montes)
Como una de las compositoras más en forma del cine español, Zeltia Montes vuelve al panorama gracias a un trabajo contundente a la par que elegante. En Adiós hay temas que parecen discurrir bajo tierra, como queriendo que sus notas, al igual que los protagonistas, no vean la luz. Montes referencia al Jóhannsson de Sicario (2015) o al John Williams de Munich (2005) para musicalizar una historia sobre el dolor de la pérdida más cruel y el sabor, siempre amargo, de la venganza. En terrenos que se alejan de lo aparatoso pero defienden la modernidad, la compositora madrileña, que optase al Premio Goya a la Mejor canción original (Muerte, de Frágil equilibrio), se mueve como pez en el agua.
Apolo 11 (Matt Morton)
Como un desconocido del panorama cinematográfico, Matt Morton irrumpió este 2019 gracias a la tajante composición que hace para el fabuloso documental Apolo 11 (Apollo 11). Morton se mueve entre la solemnidad y lo implacable de una cuenta atrás histórica, haciendo que al espectador le sea imposible dejar de mirar a la pantalla con cada paso de la misión lunar. Temas tan rotundos como Countdown o Powered Descent son equilibrados por la pausa de Adiós Amigos o A Special Thank You, dando como resultado una de las mejores bandas sonoras del año.
Vida oculta (James Newton Howard)
¿Recuerdan al gran James Newton Howard que dio a luz sus mejores trabajos componiendo las bandas sonoras de El protegido (2000), Señales (2002) o El bosque (2004)? Pues ha vuelto: Vida oculta (A Hidden Life, 2019) es, posiblemente y con permiso de Animales fantásticos y dónde encontrarlos (2016), su mejor partitura desde aquellas colaboraciones con M. Night Shyamalan. Howard vuelve a entregarse a las bondades de ese artilugio mágico que es el violín para cimentar una banda sonora triste y de sonidos que hablan -a través de instrumentos de cuerda- de la gravedad histórica que retrata el film de Terrence Malick.
Súper empollonas (Varios)
Una de las sorpresas cinematográficas de la temporada incluía una serie de temas a los que es imposible resistirse. Olivia Wilde, que debutaba detrás de las cámaras, tenía claro que el público no solo iba a pasarlo en grande con las andanzas de sus dos protagonistas, sino que canciones como To Whom It May Concern, de Sam Spiegel, CeeLo Green y Theophilus London, High on Your Love de Kings Go Forth, Boys, de Lizzo, o una versión angelical de Unchained Melody por parte de Lykke Li, iban a levantar (aunque no se pueda) al público de la butaca.
Joker (Varios / Hildur Guðnadóttir)
La compositora islandesa repite, en un hecho sin precedentes, en nuestra lista de mejores bandas sonoras del año. No es para menos, porque su trabajo para uno de los bombazos del año, Joker, es de alto nivel. Guðnadóttir no tiene vértigo y mantiene altos sus estándares para componer temas con tonos fúnebres y decadentes. Como ejemplo, acompañando una de las mejores escenas del film, la artista da rienda suelta a su arte con el cello para crear Bathroom Dance, posiblemente el mejor de los tracks.
Por otra parte, el aspecto musical de Joker da para más: Además de las notas de Hildur Guðnadóttir, el director Todd Phillips ha sabido conjugar éstas con clasicazos como Rock & Roll Part 2, de Gary Glitter, That’s Life, de Fran Sinatra, o Laughing, de The Guess Who. Vamos, la mezcla perfecta.
La odisea de los giles (Federico Jusid)
Jusid se pone un mono de trabajo que viene con nombre detrás: Ennio Morricone. Sin embargo, lo que podría parecer una referencia evidente es toda una virtud que el compositor argentino sabe equilibrar perfectamente con su ya contrastado talento. Un talento, eso sí, algo desaprovechado si tenemos en cuenta los últimos encargos; películas que, salvo El secreto de sus ojos (2010), no han permitido poner mayor volumen a la diestra batuta del de Buenos Aires. Pero nunca es tarde: ahora, gracias a La odisea de los giles, Jusid se luce gracias a unos temas bañados por las partituras del lejano spaguetti western, muy necesarios para conducir una tragicomedia con más enjundia de lo que parece.
Día de lluvia en Nueva York (Varios)
Aunque abanderada por Erroll Garner y sus embaucadores temas, la maravillosa banda sonora de la última película de Woody Allen nos deja una colección inigualable de títulos que invita a escuchar el soundtrack una y otra vez. Apunten, queridos lectores y lectoras: Everything Happens To Me, de Tom Adair, Matt Dennis y Art Pepper, That’s My Kick, de Stan Hope, o Bye, Bye Baby, de Big Brother & The Holding Company. Perfecto para una velada romántica, entre amigos, o un paseo, por ejemplo, por una lluviosa Nueva York.
Watchmen (Trent Reznor y Atticus Ross)
Si hay dos figuras en el panorama del cine actual capaz de poner patas arriba las convenciones de la música para el audiovisual son ellos, los ganadores del Oscar por La red social (The Social Network, 2010): Tren Reznor y Atticus Ross. Su trabajo en Watchmen es la prueba empírica de la capacidad para hacer malabares con instrumentos y sonidos, con sintetizadores y todo tipo de piruetas digitales. No hay límites para esta pareja que, una vez más, nos han dejado atónitos con su espectacular -y mastodóntica- colección de argumentos musicales. Parafraseando aquel eslogan de Watchmen: ¿Quién vigila a Reznor y Ross?
The King (Nicholas Britell)
Aunque el film de David Michod no está a la alturas de la circunstancias el que no falla es Nicholas Britell, posiblemente, el compositor con más proyección de la actualidad. Aunque casi consagrado, Britell, responsable de las partituras de Moonlight (2016) o El blues de Beale Street (If Beale Street Could Talk, 2018), sigue su ascenso imparable gracias a trabajos como este, en los que imprime su ya reconocible autoría mediante acordes pausados y elegantes que se deslizan entre muros de sonido. El joven Britell tiene mucho de Clint Mansell (Requiem por un sueño), Abel Korzeniowski (Animales nocturnos) o Rachel Portman (Chocolat), pero agiten con fuerza ese cóctel, porque la combinación seguirá dando mucho de qué hablar.
1917 (Thomas Newman)
Veterano y experimentado, Newman vuelve a colaborar con Sam Mendes en esta epopeya bélica para la que ha compuesto temas de marcadas cadencias al estilo de Hans Zimmer en Dunkerque (Dunkirk, 2017). Menos aparatoso que el alemán, Thomas Newman siempre deja lugar para temas más apacibles, terreno en el que desplega todo su ingenio. 1917 tiene el equilibrio perfecto entre esos momentos de sosiego (Mention in Dispatches, Les Arbres) con otros más frenéticos y épicos (Lockhouse o Sixteen Hundred Men), es decir, la reflexión durante el conflicto contra la maquinaria inevitable de la guerra a través de piezas marca de la casa.
